Desde pequeña tengo
la dicha de vivir junto a mis abuelos. Fue un privilegio crecer teniendo a mi
lado su ternura infinita, sus consejos oportunos y ese beso al despertar que
siempre me da ánimos para sonreírle a la vida.
Abuela es el cofre
donde guardo mis sentimientos, y abuelo, el mago que busca detalles para
sorprenderme, para hacerme feliz. Por estos días encontré una antigua postal
que les dediqué cuando era pequeña y los recuerdos de tantos instantes felices
volvieron a mi memoria. En aquel trozo de cartulina gastada por el tiempo,
resplandecía una frase escrita con letra de niña traviesa que realiza sus
primeros trazos: “Abuelita y abuelito, ustedes son una cortinita de lluvia que
refresca mis sueños”…
Los años han pasado
sobre sus cabellos y ya no conservan la lucidez de la juventud, pero todavía
sus ojos se llenan de orgullo cuando me dicen “mi niña” y contemplan la hermosa
familia que han construido juntos. Sé que a partir de ahora tendré que cuidarlos
más, aceptar sus costumbres y motivarlos a disfrutar esta etapa de su
existencia que está también llena de encantos.
Por todo el bien
que han ofrecido, mis abuelos merecen la mejor caricia, el mayor abrazo.
Acogerlos con bondad, con dedicación y sin colocar barreras que impidan la
comprensión, es la más genuina expresión de gratitud que puedo ofrecerles para
demostrar cuán importantes son para mi vida.
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