Cuentan
que a Manuel Santana Guillén el apodo de siete suegras le venía como
anillo al dedo, porque no había una jovencita que pudiera resistirse a
sus encantos, porte de galán y destreza en el baile.
Sentado a la mesa con sus hijos abre el juego de dominó y sin colocarse espejuelos, examina las fichas…
-“Ya
tengo ocho nietos y doce bisnietos que son mi orgullo. Al verlos me
lleno de alegría, porque mi niñez fue difícil. Solo pude llegar hasta el
cuarto grado y cuando llegaba el jueves y el viernes no asistía a la
escuela, pues tenía una sola muda de ropa y para ese momento, ya estaba
sucia. Recuerdo las distancias que recorría descalzo porque en casa no
tenían dinero para comprarnos zapatos y si papá ganaba algo, era para
comprar un poco de harina y engañar el estómago”-.
Suena
los nudillos sobre la mesa -no llevo- pasa el turno al siguiente
jugador, sin dejar de contemplar los puntos negros que se van alineando
poco a poco hasta conformar un camino de rectángulos blancos donde, como
la propia existencia, el desenlace es impredecible…
-“Desde
el triunfo revolucionario todo cambió para mi familia. Es por eso que
la admiración y el cariño que siento por Fidel no caben en esta casa. El
13 de noviembre de 1970 llegué a Pedro Betancourt. Tuve cuatro hijos
varones que disfrutaron la posibilidad de estudiar. Hoy soy un anciano y
recojo los frutos del amor que sembré en ellos, son lo más grande que
tengo”-.
Levanta
el brazo y pone una ficha más. El juego parece estar acabándose y, sin
embargo, todavía le quedan varias piezas sobre la tablilla…
“Aquí
nadie sabe cuánto va a vivir. ¿Quién me iba a decir a mí que llegaría
al 2016, si nací en julio de 1916? No creo saber cuál es el secreto,
considero que he sido un hombre común, trabajador. ¡Ah!, eso sí, jamás
tomé ni me llevé un cigarro a la boca-.
Uno
de los hijos levanta la mano y pone fin a las jugadas. Las fichas que
permanecían de espalda al contrario caen sobre la mesa. Esta vez le tocó
perder, pero Manuel no se irrita. Se dispone a “dar agua” al dominó y
empezar otra vez, con esa sabiduría y estirpe de quien le ha ganado ya,
cien partidas al tiempo.