-¡Está embarazada!
La noticia resuena en toda la familia y se esparce como pólvora de
alegría, pues la llegada de un nuevo miembro es sinónimo de júbilo.
Entonces, las abuelas emprenden la misión de predecir si será hembra o
varón antes de que el ultrasonido diga la última palabra.
Es ahí cuando surge la pregunta más difícil para los padres: ¿qué
nombre le pondremos? La respuesta se torna compleja pues ese será el
calificativo que acompañará al primogénito todos los días de su
existencia, el que mostrará su carnet de identidad y resonará en medio
del aula apenas comience la escuela. Es por eso que el asunto no se toma
a la ligera y hay hasta quienes prefieren confeccionar un listado para
arribar a la decisión correcta.
Como en todo proceso de selección influye el gusto de los
progenitores. Unos se inclinan por lo más clásico e intentan preservar
la misma denominación durante generaciones como en el caso de mi abuelo,
mi papá y mi tío mayor, pues los tres se llaman Alipio. Así sucede
también con mi esposo, su tío y su primo: Héctor Luis, Héctor Jesús y
Héctor Darién respectivamente.
Eso sí, no puede obviarse que en el momento de nombrar a un bebé es
preciso atender a los apellidos o se corre el riesgo de marcar al
pequeño con combinaciones que, al leerse en voz alta,denotan cierto
rasgo humorístico. No obstante, existen quienes consideran superfluo
dicho detalle y no tienen complejos de llamarse: Alan Brito Prieto,
Armando Bronca Segura, Leandro Gado, Francisco Lorín Colorado, Elba
Lazo, Armando Paredes Del Castillo, Armando Casas Grande o Margarito
Flores del Campo.
Por supuesto, algunos no pueden escapar de estas estructuras producto
a que se apellidan: Pérez Sosa, Pérez Sió, Tomas Kao, Ho Díaz.
Claro está que no se pueden pasar por alto los padres creativos que
retan a la imaginación para buscar términos auténticos, nunca antes
vistos. De esta forma pueden hallarse ejemplos como Lumamié Jumisaday,
el cual combina los días de la semana; Disney Landia Rodríguez, entre
otros que surgen a partir de vocablos foráneos como: Leydi por "lady",
Maivi por "maybe", Olnavy por "Old Navy", Usnavi por "U.S. Navy" y
Danyer por "danger".
Siguiendo esta misma línea, diferentes sitios web reflejan la
existencia de nombres fruto de la unión del término "sí" o de su
pronunciación en varios idiomas: Dayesí, Yesdasi y Widayesí.
Conocidos son además las creaciones que marcaron a la denominada
generación Y, y que todavía se escuchan entre las familias: Yanisey,
Yumilsis, Yumara, Yolaide, Yamisel, Yuset, por solo mencionar algunos.
Eso sí, es preciso tener cuidado cuando se tienen dos nombres y
queremos abreviar el segundo, pues puede que la firma cause una
expresión no deseada y se escriba, por ejemplo: Pedro K. Galindo.
Lo cierto es que si se trata de encontrar un nombre original
cualquier fuente puede servir de inspiración, desde una telenovela,
hasta sustantivos como: Amor, Azul, Lluvia, Cielo…
Por supuesto que la cuestión es tan antigua como el propio hombre,
pues es imposible olvidar las épocas de los bisabuelos que se guiaban
fielmente por el Santoral. De ahí que si nacías un ocho de noviembre
serías Godofredo. A ello se suman las adaptaciones si el recién nacido
era del género femenino, tal es el caso de mi tía Orquídea cuyo segundo
nombre es Silvestra. Y como en toda costumbre, hubo sus gazapos y
todavía se escuchan historias de algunos personajes llamados nada menos
que Al Dorso.
Serios, complejos, admirables, chistosos… Los nombres tienen un
significado relevante pues encierran una historia y designan a cada
individuo. Lo esencial es llevarlos con orgullo por el camino del bien,
para que sean recordados con ternura y honren ese gesto primero de
nuestros padres, que nos acompaña desde el inicio hasta el final de la
vida.
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