Los
restos del abuelo no llevaban ni una semana en la sepultura y los parientes
iniciaron una contienda cuyo vencedor sería aquel que lograra quedarse con la
casa y los bienes del anciano.
Abogados,
protestas, reiteradas discusiones…, fueron las consecuencias de un proceso
degradante que laceró los lazos familiares.
Una
vez más el interés material se adentraba poco a poco en los hogares para
relegar los sentimientos a un segundo plano.