Junto a su viejo carretón recorre
las calles en medio de la madrugada, cuando los portales aún duermen. Las
ruedas gastan su eco en las calles, mientras la escoba atraviesa alcantarillas,
esquinas… soñando una senda libre de papeles estrujados por la inconciencia.
Se levantó temprano y colocó los informes en
orden para impartir la conferencia. Montó en el auto y avanzó despacio por la
calzada, con las luces encendidas. Era una madrugada de poco tráfico. Bajó la
velocidad al doblar la esquina y por azar su mirada y la del barrendero se
cruzaron. Con aire de supremacía contempló al hombre solitario que recogía en
una pala las jabas amontonadas en una orilla de la acera.
En aquel momento se sintió protegido dentro
de su auto, y consideró que era superior porque pronto estaría detrás de un
confortable buró, lejos de carritos de basura, guantes, y madrugadas continuas
recorriendo distancias escoba en mano.
En el contexto actual, donde el conocimiento
y la informatización se expanden y cada vez son más quienes se inclinan por el
trabajo intelectual, algunos subvaloran la relevancia de los oficios manuales,
de los obreros vinculados directamente con la producción y los servicios, esos
cuya labor late desde las entrañas del devenir social y mueven el engranaje del
desarrollo.
¿Cuántas escuelas fortalecen el contacto
directo con las fábricas, centros de producción, con esos
obreros que realizan proezas cotidianas? Desde el pequeño agricultor que no
teme a la tierra, porque constata con sus propios ojos el despertar de las
semillas, hasta el carpintero que al engarzar trozos de madera le da vida útil
a su obra, son dignas profesiones que entrañan sabiduría, porque como expresara
el escritor Franz Kafka, el trabajo manual lleva al hombre hacia los hombres.
De no valorarse la impronta de estos empleos,
se corre el riesgo de que la tradición laboral que distingue a familias de
zapateros, albañiles, plomeros, mecánicos, llegue a su fin por la desmotivación
de las nuevas generaciones, deslumbradas por la era de la automatización.
Cuba es una Isla privilegiada por su riqueza
cultural. En los más diversos sitios uno encuentra testimonios impresionantes
de hombres conocedores del central, que entre vasculadores, calderas, traducen
en azúcar el idioma de la caña. Asimismo,
en una escogida de tabaco o en medio del atelier, resaltan figuras por
el dominio de las técnicas y su sapiencia.
José Martí abogó por la unión de ambos
sectores: los creadores intelectuales y los manuales a fin de que se
interrelacionaran los oficios, sin menospreciar ninguna actividad.
En una nación donde la educación es un
derecho defendido a capa y espada, la orientación vocacional tiene que abrir
puertas hacia los talleres, hacia la práctica y lograr que los padres se
sientan orgullosos cuando los jóvenes opten por técnicos medios o matriculen en
alguna especialidad para formarse como obreros calificados. Solo así
desaparecerán los estigmas que marcan dichas carreras como las últimas
opciones, o la oferta que solo asumen los estudiantes con los promedios más
bajos.
La cultura integral, la superación constante,
no es solo una característica de los universitarios. Basta con sentir pasión
por la labor que se realiza, para dominar todos los procesos y alcanzar niveles
de formación superiores.
Amanece. Las calzadas se llenan de autos y
los transeúntes avanzan de prisa. Entre la multitud algunos comentan que las
calles están más limpias hoy. Entonces, a pesar de no saber su nombre y aunque
el eco del carrito ya no se escuche, la ciudad parece esbozar una sonrisa de
gratitud al barrendero que lustró sus esquinas y la despojó de papeles
estrujados por la inconciencia.
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