Las
botellas y las copas fluyen entre sus manos dibujando siluetas en el aire. Ante
la mirada de los espectadores que frecuentan el bar-restaurante Havana Club
1878 en la céntrica Calle Medio, combina el contenido de los frascos. El
panorama deviene en un acto de creación que capta la atención de todos y culmina
con aplausos.
Cuando
Alfredo Comas García está detrás de la barra, deja a un lado las distracciones
para convertirse en un artista y soñar ese cóctel que impresiona a los
clientes. Auténtico cubano, sabe bien cómo mezclar los ingredientes hasta
alcanzar sabores distintos, sin olvidar jamás la fórmula del tradicional daiquirí, símbolo de identidad de todos los
que como él, deciden convertirse en barman profesionales.
“A
finales de 1992 opté por un curso de dependiente-cajero-cantinero e inicié mi
adiestramiento en el antiguo hotel Louvre. Inesperadamente a los seis meses el
director me ofrece la plaza de cantinero. Sin embargo, no sería hasta 1995,
después de obtener segundo lugar a nivel nacional en el concurso Sabor a Cuba,
que mi labor tomaría un nuevo rumbo.
“Conocí
a personalidades del sector que me aportaron sus experiencias y gracias a este
aprendizaje, alcancé en cinco ocasiones consecutivas el primer lugar en el Campeonato
Nacional de coctelería, además del sello Forjadores del Futuro, por una
investigación que desarrollaba esta modalidad a partir de flores y frutos
usados en la medicina tradicional.”
Cuando relata instantes memorables de su
carrera, se emociona al recordar los reconocimientos logrados gracias a la elaboración
de dos bebidas que enaltecen su condición de matancero.
“Las
exigencias de un concurso establecían crear un trago con el cual se aludiera a
un aspecto distintivo de Matanzas. Realicé un estudio de mercado y por aquellos
días Javier Sotomayor obtuvo las distinción Príncipe de Asturias, entonces
decidí que ese sería el calificativo. No solo gané el certamen, sino que
posteriormente fui premiado en el evento nacional Don Sonmelier 1998, donde participaban distinguidas
firmas de vino.
“El
otro cóctel, surgió de forma peculiar cuando trabajaba en el Louvre. Resulta
que la instalación tenía unos vitrales y cuando el sol incidía en ellos
reflejaban sobre una mesa matices verdes, rojos y blancos. Basado en esa gama
nació Vitrales del Louvre, de gran aceptación y popularidad”.
Por sus
méritos Comas es actualmente Vicepresidente Nacional de la Asociación de
cantineros de Cuba para el Centro Occidente del país y miembro de su Comisión
Nacional de Capacitación; además de colaborar como profesor adjunto en la escuela
de Hotelería y Turismo de Varadero.
Entre
los cursos que ha recibido se encuentran las especialidades de Aguardientes,
Licores, Cervezas; Taller Internacional Pernod-Ricard de Aguardientes Blancos y
Whisky; Especialización en Alimentos y Bebidas entre otros. Es por eso que
asume como un privilegio transmitir a las jóvenes generaciones sus
conocimientos.
“Cuando
uno trabaja en este sector, es preciso tratar a todos los clientes por igual,
sin importar la nacionalidad, hay que brindar una atención de calidad, un buen
cantinero tiene que sentirse campeón todos los días.
“La práctica es vital, a los nuevos alumnos
les enseñamos la importancia de ofrecer un buen servicio. Durante estos años les
he impartido clases a cientos de profesionales que hoy laboran en instalaciones
turísticas, paladares, gastronomía”, explica con entusiasmo y se dispone a narrar
una anécdota cuyo escenario fue el Campeonato Mundial de Coctelería en Polonia
(2011).
“Diferentes
firmas internacionales tenían bares montados y exponían sus productos. El stand
de la Bacardí
era uno de los más visitados. Me acerqué hasta allí, el barman estaba
preparando un mojito. Al verme frente a él me preguntó para quién trabajaba y
me propuso una oferta en Miami. Sonreí, me quité la credencial, se la coloqué
en el cuello y le dije: no colega, yo soy de Havana Club y le voy a enseñar a
usted cómo se hace un verdadero mojito cubano. La gente me rodeó mientras lo
preparaba y aunque fue un instante tenso, ese día me sentí más hijo de esta
tierra que nunca.”
Comas
se dirige hacia los comensales, les pregunta si están satisfechos, asesora a
los dependientes… Antes de despedirnos, me muestra las fotos que conservan sus
memorias más gratas, suspira y confiesa: “para ser un excelente cantinero, hay
que llevar un cóctel bueno en la cabeza y una coctelera en el corazón.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario