Como un reto a la imaginación crece esta singular planta a la vista de
los espectadores que recorren las zonas de la Puna de los Andes de Perú,
Bolivia, Chile, y el oeste de Argentina.
Se trata de la llareta (Azorella compacta),
planta herbácea muy compacta y resinosa con disposición en cojín (algo
así como una coliflor); se encuentra en la división espermatófita
(produce semillas) y pertenece a la familia Apiaceae, lo cual la
convierte en pariente del apio y el perejil. Además, en la parte
reproductiva sus flores son hermafroditas (tienen órganos masculinos y
femeninos), así que mediante la acción de insectos se puede
auto-polinizar. También se caracteriza por ser una especie longeva y de
lento crecimiento, aumentando su tamaño a una tasa promedio de un
centímetro por año. Hay algunos ejemplares de hasta 3 mil años de
antigüedad.
Según
el criterio de los científicos más allá de su caracterización botánica,
apunta a diterpenos que se han aislado desde esta planta, los cuales
tendrían potenciales propiedades antiparasitarias, antituberculosas,
acción tripanocida contra el mal de Chagas y antihiperglicémica (útil en
la diabetes), entre otras.
Uno
de los primeros reportes históricos de esta planta herbácea se remontan
a 1586 por el español Pedro de Mercado Peñaloza en Relaciones
Geográficas de Indias. No obstante, una de las primeras descripciones
detalladas (y acompañada de una colección fragmentaria de la planta)
pareciera ser la del Capitán Joseph Andrews en 1827. La siguiente
persona en proporcionar un ejemplar de llareta fue el botánico y
coleccionista chileno, Federico Philippi, quien lo obtuvo durante sus
viajes a la frontera Chile-Bolivia en 1885. Esta sería descrita seis
años después como Azorella compacta por su padre Rodolfo Armando
Philippi.
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