"La
violencia es el último recurso del incompetente."
Isaac
Asimov
-¡No sirves
para nada!, ¡Eres una inútil igual que tu madre!, no sé para qué hablo contigo,
nunca comprendes. Tú naciste sin gracia, sin talento, cualquier día me aburro y
te abandono, total, mejor que tú, las hay donde quiera…
Allí
estaba, en un rincón del cuarto, mientras las lágrimas cubrían su rostro.
Sentía el pecho apretado por un dolor profundo y poco a poco la autoestima se
le escurría entre las manos hasta dejar un abismo de angustia. Le dolía todo el
cuerpo y aquellas frases habían sido puñetazos directos al alma.
Y es que cuando
el germen de la violencia se esparce en la vida de las personas, no solo deja
huellas en la piel, también produce heridas que laceran el espíritu, deterioran
el valor propio, conducen hacia la inseguridad… y por lo tanto, lograr que
cicatricen, no es una tarea fácil.
Tanto el
maltrato físico, como el emocional, son fenómenos que se manifiestan con
frecuencia en medio de la sociedad, donde la imagen proyectada en materiales
televisivos, temas musicales y otros productos de la industria cultural, exacerban
las conductas agresivas como sinónimo de fortaleza.
En el plano
de psicológico, ¡Cuántas parejas tienen discusiones constantes en las cuales
denigran la figura del esposo o esposa y posteriormente piensan que con
obsequios pueden borrar el torbellino de humillación que desataron!
La relación padre e hijo también se afecta por
una convivencia donde los gritos y las ofensas ocupan el primer plano. “¿Qué
voy a hacer contigo?, me da vergüenza decir que eres mi hijo; eres un imbécil.
Si me vuelven a dar una queja de ti, te vas de la casa… ”, gritan algunos sin
saber que tal comportamiento destruye el cariño, la confianza.
No
obstante, este fenómeno va más allá del marco familiar y desata sus secuelas en
los centros de trabajo, entre las amistades, los vecinos…
La
violencia es implacable si no se inculca desde la niñez el valor de la
tolerancia y el respeto al prójimo. Entonces, ocurren sucesos lamentables como
aquel muchacho que en medio de una discusión sin importancia, ciego de ira, le
quita la vida a un amigo, o incluso a un familiar.
A pesar del
elevado nivel cultural del pueblo cubano, algunos individuos tienen la absurda
creencia de que pronunciar toda clase de improperios les otorga cierto grado de
supremacía. Por eso, se escudan tras una apariencia impulsiva, dominante, capaz
de ridiculizar y maltratar a todo el que se interponga en su camino.
Una
expresión de entendimiento, sosiega ansiedades y libera de angustias la conciencia.
Tiene más mérito sembrar la armonía en medio de una tormenta, que añadir más
leña al fuego de la discordia.
Comprender
el papel de la comunicación en la solución de conflictos,cultivar el perdón,
constituyen manifestaciones de nobleza e inteligencia. Como expresara Antonio Fraguas
Forges, imponerse mediante la cólera, es muchas veces miedo de las ideas de los demás y poca fe en
las propias.
Ser
tratados y tratar a los demás como seres humanos debe ser una premisa. Aprovechemos
entonces esa capacidad de raciocinio que nos diferencia de otras criaturas,
para enfrentar los contratiempos sin violencia, a golpe de paz.
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