No
se sentía bien en su centro laboral. El exceso de trabajo, la necesidad de
asumir responsabilidades extras la agobiaban.
-¿Qué
te sucede? te noto triste, anda dime, te aseguro que no voy a comentar este
asunto con nadie.- le susurró una colega al verla cabizbaja.
Su mejor
amiga estaba de certificado y era la primera vez desde hace algún tiempo que
recibía una “muestra de apoyo”. Sin pensarlo dos veces explicó sus sentimientos,
se sentía aliviada de compartir la carga con alguien.
A la mañana
siguiente, al llegar al trabajo notó un clima distinto. Muchos de los que la
saludaban con frecuencia apenas levantaban el rostro para observarla y en su
departamento no se respiraba la misma armonía. Así transcurrió la semana hasta
que el conflicto llegó al límite cuando fue citada a la oficina del director.
En efecto,
aquella persona en la que había confiado además de revelar sus palabras por
doquier, añadió a la historia matices completamente diversos. Tal situación no
solo colocó en riesgo su puesto, sino que laceró las relaciones cordiales que
mantenía con sus compañeros.
Y es que
cuando se desata en medio de la sociedad la influencia negativa de las
murmuraciones se rompen lazos de amistad, la ira reina y la confianza se
degrada.
“El
chisme”, como se le conoce en el argot popular comienza siendo apenas una
pequeña sombra que se fuga de los labios, pero al pasar de boca en boca, es
capaz de sumergir en la oscuridad a quienes no pueden contenerse y se integran
a la cadena.
Los
murmuradores pueden clasificarse en diversos grupos: aquellos que se suman al
cotilleo por diversión; los que revelan información de manera puntual para beneficiarse
y dañar a los demás; el que acumula secretos ajenos para después ofrecerlos a
quien mejor precio proponga…
¡Cuántos
planes fraguados durante conflictos bélicos fracasaron producto a que uno de
los sujetos implicados dice sin querer algún dato!, posteriormente, no hay
remedio. Es simple encender la llama pero muchas veces imposible detener que se
esparza y estalle.
Casi
siempre el inicio de los chismes se basa en la siguiente frase: “A mí no me
creas, pero te voy a contar algo sobre él, ah eso sí, tienes que prometerme que
no lo vas a comentar”. ¿Cómo exigir una promesa que ni siquiera usted mismo ha
podido cumplir?
Basta toda
una vida para construir una reputación y solo un instante para que una calumnia
la destruya. No obstante, tiene tanta culpa el que se suma a la murmuración
como el que permanece inerte escuchando y no es capaz de frenar la insensatez
de su interlocutor.
Por otra
parte, se encuentra la prensa sensacionalista donde los paparazzis se encargan
de publicar toda una serie de banalidades sobre figuras relevantes y las
persiguen violando incluso su privacidad.
En casos
extremos, murmurar puede convertirse en una tendencia enfermiza que lleva a los
seres humanos a dejar de lado su existencia para estar pendiente de cada
movimiento que realizan quienes los rodean. Por eso, permanecen con ojos y
oídos atentos tras las puertas y ventanas, observando a qué hora llegó el vecino,
qué ropa nueva se compró el muchacho de la esquina, cuántos novios ha tenido la
joven que vive en el parque y hasta dominan el color y la marca de los autos
que parquean frente a las empresas.
Hasta frases
que han pasado de generación en generación aluden al hecho de callar antes de
divulgar cualquier asunto que perjudique:“Si tu sopa está caliente, no metas la
lengua en la de los demás”, “Una necedad repetida por
treinta y seis millones de bocas no deja de ser necedad”, “Uno es dueño de lo que calla y esclavo de lo que habla”,
entre otras.
No existe
nada más gratificante que saberse merecedor de confianza, sembrador de paz.
Quienes saben guardar un secreto ya sea de amigos o enemigos, vivirán aliviados
siempre y serán dinos de admiración. La vida de cada ser es un espacio único,
no malgastes los segundos inmiscuyéndote en los pasos de alguien, sino trata de
que los tuyos sean auténticos.
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