_ ¿Tomasa, aquí?, ¡qué va!, anda de
recorrido. No hay otra respuesta cuando se pregunta por Tomasa Ramírez
Hernández, una mujer con los pantalones bien puestos y alérgica a la oficina,
pues prefiere llenarse los zapatos de fango en el surco que ver la producción
desde papeles.
Nueve años atrás asumió la
dirección de la agricultura urbana y suburbana en el municipio de Limonar y
conoce como la palma de su mano cada hectárea… Por eso, cuando se aproxima, los
campesinos, salen a su encuentro con un saludo en el sombrero.
Paciente, escucha las
sugerencias, preocupaciones y sufre cuando carece de los recursos para
apoyarlos. Sabe bien, que sin la voluntad de estos hombres, Limonar no se
hubiese convertido en el primer territorio matancero candidato a la categoría
de referencia nacional.
PARA
RECOGER, HAY QUE SEMBRAR
Hace tiempo que la jubilación tocó las
puertas de Rigoberto Ojito Lorenzo. Sin embargo, ni la quietud del hogar, ni
sus 73 años, han logrado separarlo del campo.
Se levanta temprano, recoge la guataca, y
marcha presuroso al encuentro de Reynaldo González Hernández y Pedro Julio
Valido del Sol, para darle el visto bueno a las semillas, quitar las malas
hierbas y reanimar los cultivos dañados. Allí, en el poblado de Triunvirato,
encontramos a los tres en plena faena.
“Llevo quince años atendiendo este organopónico,
lo fundamos el primer día del 2001, por eso decidimos llamarlo Primero de
enero. Reynaldo se sumó en el 2013 y actualmente es el responsable de este
terreno que ocupa 0.3 hectáreas de tierra”, asegura Pedro.
“Escogemos los productos según la época del
año, ahora en invierno cosechamos tomate, zanahoria, acelga y nuestras
principales producciones son la col y la lechuga.
“Los mayores impedimentos para la cosecha son
las lluvias y las plagas, principalmente, el grillo y el caracol. La producción
de tomate ha sido la más dañada por las inclemencias del tiempo, de 14 surcos
que sembramos, solo pudimos recoger 3 latas”, comenta Reynaldo González.
Sin embargo, no ha habido temporal que pueda
arrasar con la energía de estos limonareños, que han hecho a Primero de enero
merecedor de la categoría de excelencia nacional.
Tomasa Ramírez Hernández, expresa que la Unidad
Empresarial de Base (UEB) urbana de Limonar, pertenece a la Empresa Pecuaria
Genética de Matanzas y se caracteriza por la rentabilidad, siendo mil pesos el
salario medio de los trabajadores.
En el municipio existen además 12
organopónicos, y se lleva a cabo con resultados relevantes la agricultura
familiar, donde existen parcelas y patios como el de Modesto González, que
obtuvo la condición de doble excelencia por su integralidad. Este campesino
tiene siembra de frutales, flores, una casa de tapado para plantas medicinales,
cría aves, peces, cerdos, incursiona en la apicultura…
“Luchamos por una agricultura
agroecológica. Resulta vital proporcionarles a los productores fertilizantes
naturales como el humus de lombriz y la materia orgánica.
“Otra de nuestras inquietudes es
viabilizar la comercialización de los productos a un precio asequible. En el
municipio existen 20 puntos de venta. Los más demandados por la población son
el Baró chiquito (carretera central), perteneciente a la granja Fructuoso
Rodríguez y El Parque, de la CPA Ramón Martell (Limonar)”, expresa Ramírez
Hernández.
En relación con el resto de los subprogramas
de la agricultura urbana y suburbana, señala la creación de un nuevo
organopónico de flores, perteneciente a la UEB urbana y destaca que la CCS Juan
Gualberto Gómez, se sumó recientemente como otra cooperativa de frutales. Así
mismo cataloga de primordial la cría de ganado menor y la cunicultura.
“Entre las proyecciones de
trabajo para este año, figuran perfeccionar los patios y parcelas, estabilizar
la variedad de ofertas en las cuatro jugueras que prestan servicio en el
municipio y avanzar en la siembra de alimento animal”.
AGRICULTURA,
PASIÓN Y VIDA
“Miren, este es el Papasán”, dice
Orestes Rodríguez Roldán, mientras toma entre sus manos el pequeño fruto, y el
sabor de la curiosidad invade al equipo de reporteras de Girón.
“Cuando está tierno es delicioso
en ensalada y, una vez maduro, se utiliza para elaborar jugos”, añade, mientras
Tomasa nos confiesa bajito que sabe a melón.
Y es que llegar a la finca de
Orestes, es adentrarse en un paraíso vegetal de 12.3 hectáreas que tiene la
distinción de doble excelencia, donde puede encontrarse desde fruta común como
el mango, hasta algunas más exóticas como la manzana de Madagascar.
“En junio de 2010, me entregaron
esta tierra con el objetivo de emprender un proyecto de frutales. Se hablaba de
que era improductiva, por eso comencé por analizar el suelo, y así poco a poco
le incorporé nutrientes. Actualmente, el 100 por ciento del área está sembrada
y exhibe 73 especies de frutas. De forma intercalada desarrollamos también
cultivos varios: malanga, boniato, maní, entre otros.
“Predomina el mango (1260
plantas), el aguacate (860) y el mamey colorado (200). Tenemos contrato con
Acopio y Frutas Selectas, pero aún experimentamos problemas, sobre todo en los
picos de cosecha, donde grandes volúmenes de fruta se maduran al mismo tiempo”.
Entre peras, plátanos maduros y
hasta grosellas, pusimos punto final al recorrido. De regreso, contemplamos
terrenos ociosos, perdidos tras el asedio del marabú y recordamos las palabras
de Orestes: “Una sociedad no puede subsistir, sin explotar los recursos
agrícolas. Si se tiene empeño, en Cuba, la tierra te da lo que tú quieras”.
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