Dice
una amiga que ante los problemas “hay que poner la yagua antes de que
caiga la gotera” y me sorprende esta versión del refrán que siempre he
conocido como: “hay que poner el parche antes de que se abra el hueco”.
Y
es que el idioma español se enriquece en cada región con expresiones
creadas por los pueblos, e incluso un mismo vocablo adquiere
significados diferentes en un mismo continente o país.
No
deja de sorprendernos cómo en Puerto Rico, República Dominicana y Cuba,
los autobuses se denominan guaguas, mientras que Paraguay y México lo
llaman micro, bus en Costa Rica y Guatemala, colectivo en Ecuador y
buseta en Colombia. Ello sin obviar que en algunas regiones de
Centroamérica el término guagua se emplea para designar a los niños.
Indagando
en Internet descubrí que el tamarindo, sustantivo que los cubanos
relacionamos con una fruta, en El Salvador es sinónimo de ladrón. Y ni
hablar del “machete”, pues quién le dice a un campesino cubano que esta
palabra por la cual conoce a su instrumento de trabajo, en Argentina se
asocia con un papel o algún tipo de documento donde se esconden las
respuestas de un examen; en Chile, es la acción de pedir dinero sin
realmente necesitarlo; mientras que en República Dominicana se refiere a
una persona que tiene mal olor debajo de las axilas.
Existen también muchas formas de llamar a un amigo: pana (Venezuela), Cuate (México), compinche (Argentina)…
Hace
poco una colega me contaba que al conversar con una joven chilena,
descubrió numerosos significados de palabras que usamos con frecuencia.
Por ejemplo, mientras nosotros relacionamos el término pavo con un tipo
de ave, en Chile caracteriza a alguien entretenido, tonto.
¡Y
qué decir del abdomen!, lo que identificamos como barriga es para ellos
“la guata”. ¿Se imaginan por un instante utilizando este término?.
Sería algo más o menos así: “Sírveme algo de comer que tengo la guata
vacía”, “Oye, el vecino del segundo piso tiene tremenda guata” o “A
juzgar por el tamaño de la guata, el bebé será grande como su padre”.
Por
otra parte, para los chilenos el inicio de una relación de noviazgo
donde la pareja comienza a dialogar, a conocerse, se reconoce como
pululeo. Lo cual trasladado al contexto cubano quedaría de esta forma:
“te enteraste, Pepito y Juana están pululeando, deja que la familia se
entere”.
Interminables
serían las muestras y no solo asociadas a culturas foráneas, pues en
las diferentes regiones cubanas pluma puede ser un bolígrafo, o la llave
de paso de una tubería. Asimismo guineo y plátano nombran a una misma
fruta, balde y cubo a un envase y puerco y macho a los cerditos que
posibilitan elaborar los más deliciosos platos típicos de nuestra cocina
tradicional.
Y
en cuanto a las frases populares cuyo significado solo conocen los
nacidos en esta Isla, la lista sería interminable: “terminó como la
fiesta del guatao” (acabó mal), “vive como Carmelina” (vive bien) o “se
formó tremendo arroz con mango” (tremenda confusión).
La
multiculturalidad también abarca el lenguaje y esos matices conforman
la herencia identitaria de las naciones. Sin lacerar el idioma ni ceder
espacio a la vulgaridad, vale la pena dirigir una mirada hacia estas
palabras que denotan diversidad y más de una vez se han convertido en un
motivo para sonreír.
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