“A Dios yo pido constantemente /para mis padres vida
inmortal; /porque es muy grato, sobre la frente /sentir el roce de un beso
ardiente /que de otra boca nunca es igual". Cuánta emoción sentiría Leonor
Pérez Cabrera al leer estas palabras de su amado hijo José Julián Martí Pérez.
Así viviría aquella mujer, guardando en su alma admiración y
angustia de ver cómo su hijo ya no le pertenecía, sino que se había consagrado
por completo a la Patria.
Leonor se mantuvo fuerte, guardando siempre un abrazo maternal
para su querido “Pepe” y comprendiendo que su futuro estaba entrelazado con la
causa de la verdad y la justicia.
“Mírame madre, y por tu amor no llores, /si esclavo de mi
edad y mis doctrinas /tu mártir corazón llené de espinas, /piensa que nacen
entre espinas flores”. Aquella inscripción al dorso de la fotografía que le
enviara su hijo desde el presidio fue la confirmación de que nada ni nadie
podría apartarlo de su camino.
Durante toda su vida Doña Leonor fue sinónimo de ternura,
consagración y pureza. Madre y esposa dedicada cultivó en el seno familiar la
moral y la dignidad. El 19 de junio de 1907, expiró esta mujer virtuosa que
acunó en su seno al más universal de los cubanos y supo fraguar en el alma de
sus hijos el latido imperecedero del amor.
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