El barco se aproxima cada vez más a la bahía. Después de establecer comunicación con la embarcación, arrancan los motores de la lancha LP-10, seguida por los remolcadores. Las marejadas constantes vaticinan que no será una jornada fácil. Se ajusta el chaleco salvavidas y espera que la lancha se encuentre en el “pico de la ola”, instante propicio para asirse a las sogas y maderos de la escala. Si no calcula bien sus movimientos, puede caer al agua y ser succionado por los motores.
Sostiene la
respiración y… ¡salta! Sube con agilidad los 12 metros de altura hasta
sentir la voz del oficial que comunica a la tripulación: ¡Práctico en el
puente!... Entonces, comienza la misión de guiar al capitán para que el buque
llegue hacia el muelle con éxito.
SUBIENDO LA ESCALA
Desconocida
por muchos, pero imprescindible para todas las maniobras marítimas de arribo o
salida de los barcos, el practicaje constituye una profesión de rigor.
“Nuestro
trabajo principal es llevar la embarcación segura y a flote hasta la posición
designada: fondeadero, muelle o atracadero. Consignataria Mambisa, nuestro
único cliente, es quien solicita el servicio. Atendemos los puertos de Matanzas
y los subpuertos de Cárdenas e Isabela. En total somos siete prácticos.”
La
provincia resulta clave en el trasiego de azúcar, fertilizantes y otras cargas
menores, y además la mayor parte del combustible en Cuba se mueve por nuestras
aguas. Actualmente recibimos al buque más grande que transita por el país: el Ocean
Elegance de 120 mil toneladas de desplazamiento”, comenta Román Rufino
Hernández Santana, Práctico mayor de la Estación de prácticos de Matanzas, perteneciente
a la UEB Prácticos
Centro Norte.
Hernández
Santana comenta que no resulta sencillo obtener el título. Es preciso tener la
categoría de oficial de puente o capitán de la marina mercante; después,
presentarse a exámenes de oposición en disímiles asignaturas como inglés, geografía
marítima, pilotaje en el puerto, uso de remolcadores... Finalmente, quienes
aprueban, se enfrentan a un periodo de 45 días de práctica donde demuestran sus
habilidades.
“Es un
oficio que se te mete en la piel y uno se siente arraigado. Durante la
conferencia entre el práctico y el capitán se intercambian informaciones claves
como las características del lugar donde va a ir a atracar, el calado y la
eslora del buque. Por lo tanto, el dominio de los contenidos debe ser amplio”,
agrega Hernández Santana.
SEGURIDAD, PALABRA DE ORDEN
“En mi
juventud soñaba con ser piloto de aviación y un día estando en la academia
tecnológica del ejército rebelde, llegaron unos oficiales de la marina de
guerra y explicaron lo que era ser práctico; muy pocos dieron el paso al
frente, por eso, comenzaron a seleccionar de forma directa los candidatos y entre
el grupo elegido estuve yo. Fue cuestión de suerte, ¡y qué suerte tuve!...”.
Así evoca sus inicios Jesús Magaña López,
quien se convirtió en práctico de puerto desde 1973 y hoy, a los 71 años, se
mantiene activo. “La primera experiencia que tuve al subir la escala fue
terrible, estaba muy nervioso, se trataba de un buque tanque de 70 mil
toneladas de desplazamiento. Desde entonces han sido innumerables las vivencias
que he tenido”, expone.
Por su
parte, José Giralt Duquesne, patrón de la lancha encargada de trasladar al
práctico, califica de esencial el sincronismo que se establece entre ambos: “La
efectividad de las acciones depende del trabajo en equipo”, señala.
Una vez
concluida la operación, el práctico desciende del barco aún en movimiento, feliz
de haber dominado al gigante de metal que atraca en el puerto, mientras un
sentimiento de regocijo se expande por toda la lancha que retorna al silencio
del muelle, en espera de próximas misiones.
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