Leoncio Londres Ramírez une
fragmentos de madera, cartulina. Sus manos, curtidas por el tiempo, trenzan el
hilo alrededor de los bordes, un poco más al centro… Recuerda épocas pasadas,
donde sus piernas desandaban kilómetros sin cansancio. Ahora, un bastón le
sostiene el peso de 84 años.
!Ya está!, otro abanico más. Me acerco y
descubro en su mirada un espíritu de juventud perpetua –“Tome, periodista, dos
para el chofer y estos dos más bonitos, son suyos, mire que hay mucho
calor”-dice.
Entonces la trabajadora social me susurra que
se mantiene activo. “Aquí me siento útil, somos una familia”, confiesa Leoncio
y constato en la casa de abuelos del poblado de San Antonio de Cabezas, un aliento
de vida.
DONDE EL AMOR MARCA LA DIFERENCIA
El 29 de diciembre del 2007 abrió sus puertas
esta institución que actualmente cuenta con una matrícula de 20 ancianos, 15
hombres y cinco mujeres. De lunes a sábado, desde las siete y media de la
mañana hasta las cinco y media de la tarde, el convierte en escenario para amparar
la ancianidad con un abrazo de esperanza.
“El objetivo principal es que ellos se
sientan bien. Favorecemos su rehabilitación, elevamos la calidad de vida y propiciamos
la interacción con la familia. Contamos con el aseguramiento necesario, sin
embargo, el buen desempeño solo es posible, gracias a la unidad del colectivo”,
comenta Isaías Crespo Navarro, administrador.
Y es que al llegar a esta casa de abuelos, se
respira una alegría inusual en los trabajadores, sobretodo en Miladys Álvarez
Zamora, trabajadora social que no cesa de proponer iniciativas. “No solo somos
privilegiados con el apoyo de las instituciones deportivas y culturales, sino
que nosotros mismos celebramos los cumpleaños, hacemos manualidades. Hace algún
tiempo realizamos un amigo secreto donde el regalo era ayudarse mutuamente y
ellos participaron con mucho dinamismo”
La asistencia no falla, incluso cuando se han
sentido mal, después de salir del médico prefieren regresar al centro. Son muy
disciplinados, se divierten, cooperan en labores cotidianas como escoger arroz,
pelar viandas, y atienden en el patio siembras de habichuela, orégano, ají,
guayaba, tilo…”, expresa.
Por su parte Maritza Hernández y Aida María
Covián, se encargan de elaborar un menú atractivo. “Tratamos de sorprenderlos
con detalles nuevos, por ejemplo en fin de año elaboramos buñuelos y variamos
los alimentos según las indicaciones de la dietista. Además tenemos en cuenta
sus preferencias: si desean azúcar o no para la leche, o necesitan que le
desmenucemos la carne”, señalan.
A estos criterios se suman los testimonios de
David Cruz Hernández, custodio, quien afirma: “Soy trabajador agrícola y
siempre brindo un aporte de mis cultivos”. Mientras que Margarita Hernández
Romero, auxiliar de limpieza, mantiene el local reluciente, y organizado.
EN ESPERA DE UNA REPARACIÓN
“El deterioro constructivo del inmueble es
significativo. La carpintería se encuentra en un estado crítico, existen
filtraciones y la meseta de la cocina corre el riesgo de derrumbarse”, explica
el administrador
En un recorrido Bárbara Mendiarole Fleitas,
almacenera, muestra el tamaño inadecuado del almacén que no posee ni siquiera
estantes para colocar los víveres. Además, el único baño existente está en
pésimas condiciones y no disponen de un bebedero para facilitar el agua fría.
“El
comedor, donde se realizan los juegos de dominó, es pequeño y no tiene mucha
ventilación. Otra de las dificultades es la inexistencia de un DVD con el cual
se podría diversificar la programación”, señala Mendiarole Fleitas, quien
resulta otra de las trabajadoras más entusiastas.
Para septiembre de 2015, está prevista una
reparación capital. Durante los meses en que se desarrolle la misma los
ancianos no efectuarán su estancia habitual, pero sí recibirán el resto de los
servicios. Urge remozar la edificación y para ello, si suministran los
materiales, el colectivo está dispuesto a asumir la obra”, explica Crespo
Navarro.
UN HOGAR PARA TODOS
María Antonia Díaz Delgado siempre tuvo el la
tristeza de no haber celebrado sus “quince primaveras”, ¿cómo iba a imaginar
que en la vejez haría realidad ese anhelo? La sorpresa corrió a cargo de sus
compañeros y así, con traje y baile incluido celebró una fiesta singular. “Jamás
voy a olvidar ese gesto, no hay nada más bello que sentirse querido”, cuenta.
Julio Oramas Castro tiene 93 años y no solo
es fundador de la institución, sino que constituye el más longevo de sus
miembros: “Los domingos estoy ansioso porque el día transcurra rápido y llegue
el lunes para volver a ver a mis colegas, este es mi segundo hogar”.
Conversando con los ancianos, conocimos que
si de dominó se trata, Bernarda Sánchez es una de las campeonas, y Esther
Fernández fue una de las primeras asistentes dentales que formó el gobierno
revolucionario. El arte es otra arista que cobra auge en Alejandro Mateo Oliva,
el abuelo poeta, aunque prefiere escribir los versos y que María Antonia los
cante: “Aquí no existe el recodo/ ni mucho menos protesta/ porque sabemos que
esta/ es la gran casa de todos”.
Así, entre aplausos y la promesa del regreso
digo adiós al poblado de San Antonio de Cabezas donde el cariño se convierte en
signo de cuánto pueden hacer los hombres y mujeres de buena voluntad. En mi
memoria queda la frase de Crespo Navarro: “cuando la vejez toque a mi puerta,
quiero que me sorprenda en uno de estos sillones”.
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