miércoles, 20 de enero de 2016

Tras los tesoros de la tierra



_ ¿Tomasa, aquí?, ¡qué va!, anda de recorrido. No hay otra respuesta cuando se pregunta por Tomasa Ramírez Hernández, una mujer con los pantalones bien puestos y alérgica a la oficina, pues prefiere llenarse los zapatos de fango en el surco que ver la producción desde papeles.
Nueve años atrás asumió la dirección de la agricultura urbana y suburbana en el municipio de Limonar y conoce como la palma de su mano cada hectárea… Por eso, cuando se aproxima, los campesinos, salen a su encuentro con un saludo en el sombrero.
Paciente, escucha las sugerencias, preocupaciones y sufre cuando carece de los recursos para apoyarlos. Sabe bien, que sin la voluntad de estos hombres, Limonar no se hubiese convertido en el primer territorio matancero candidato a la categoría de referencia nacional.
PARA RECOGER, HAY QUE SEMBRAR
 Hace tiempo que la jubilación tocó las puertas de Rigoberto Ojito Lorenzo. Sin embargo, ni la quietud del hogar, ni sus 73 años, han logrado separarlo del campo. 
 
Se levanta temprano, recoge la guataca, y marcha presuroso al encuentro de Reynaldo González Hernández y Pedro Julio Valido del Sol, para darle el visto bueno a las semillas, quitar las malas hierbas y reanimar los cultivos dañados. Allí, en el poblado de Triunvirato, encontramos a los tres en plena faena.
“Llevo quince años atendiendo este organopónico, lo fundamos el primer día del 2001, por eso decidimos llamarlo Primero de enero. Reynaldo se sumó en el 2013 y actualmente es el responsable de este terreno que ocupa 0.3 hectáreas de tierra”, asegura Pedro.
 “Escogemos los productos según la época del año, ahora en invierno cosechamos tomate, zanahoria, acelga y nuestras principales producciones son la col y la lechuga.
“Los mayores impedimentos para la cosecha son las lluvias y las plagas, principalmente, el grillo y el caracol. La producción de tomate ha sido la más dañada por las inclemencias del tiempo, de 14 surcos que sembramos, solo pudimos recoger 3 latas”, comenta Reynaldo González.
Sin embargo, no ha habido temporal que pueda arrasar con la energía de estos limonareños, que han hecho a Primero de enero merecedor de la categoría de excelencia nacional.
Tomasa Ramírez Hernández, expresa que la Unidad Empresarial de Base (UEB) urbana de Limonar, pertenece a la Empresa Pecuaria Genética de Matanzas y se caracteriza por la rentabilidad, siendo mil pesos el salario medio de los trabajadores.
En el municipio existen además 12 organopónicos, y se lleva a cabo con resultados relevantes la agricultura familiar, donde existen parcelas y patios como el de Modesto González, que obtuvo la condición de doble excelencia por su integralidad. Este campesino tiene siembra de frutales, flores, una casa de tapado para plantas medicinales, cría aves, peces, cerdos, incursiona en la apicultura…
“Luchamos por una agricultura agroecológica. Resulta vital proporcionarles a los productores fertilizantes naturales como el humus de lombriz y la materia orgánica.
“Otra de nuestras inquietudes es viabilizar la comercialización de los productos a un precio asequible. En el municipio existen 20 puntos de venta. Los más demandados por la población son el Baró chiquito (carretera central), perteneciente a la granja Fructuoso Rodríguez y El Parque, de la CPA Ramón Martell (Limonar)”, expresa Ramírez Hernández.
En relación con el resto de los subprogramas de la agricultura urbana y suburbana, señala la creación de un nuevo organopónico de flores, perteneciente a la UEB urbana y destaca que la CCS Juan Gualberto Gómez, se sumó recientemente como otra cooperativa de frutales. Así mismo cataloga de primordial la cría de ganado menor y la cunicultura.
“Entre las proyecciones de trabajo para este año, figuran perfeccionar los patios y parcelas, estabilizar la variedad de ofertas en las cuatro jugueras que prestan servicio en el municipio y avanzar en la siembra de alimento animal”.
AGRICULTURA, PASIÓN Y VIDA
“Miren, este es el Papasán”, dice Orestes Rodríguez Roldán, mientras toma entre sus manos el pequeño fruto, y el sabor de la curiosidad invade al equipo de reporteras de Girón.
“Cuando está tierno es delicioso en ensalada y, una vez maduro, se utiliza para elaborar jugos”, añade, mientras Tomasa nos confiesa bajito que sabe a melón.
Y es que llegar a la finca de Orestes, es adentrarse en un paraíso vegetal de 12.3 hectáreas que tiene la distinción de doble excelencia, donde puede encontrarse desde fruta común como el mango, hasta algunas más exóticas como la manzana de Madagascar.
“En junio de 2010, me entregaron esta tierra con el objetivo de emprender un proyecto de frutales. Se hablaba de que era improductiva, por eso comencé por analizar el suelo, y así poco a poco le incorporé nutrientes. Actualmente, el 100 por ciento del área está sembrada y exhibe 73 especies de frutas. De forma intercalada desarrollamos también cultivos varios: malanga, boniato, maní, entre otros.
“Predomina el mango (1260 plantas), el aguacate (860) y el mamey colorado (200). Tenemos contrato con Acopio y Frutas Selectas, pero aún experimentamos problemas, sobre todo en los picos de cosecha, donde grandes volúmenes de fruta se maduran al mismo tiempo”.
Entre peras, plátanos maduros y hasta grosellas, pusimos punto final al recorrido. De regreso, contemplamos terrenos ociosos, perdidos tras el asedio del marabú y recordamos las palabras de Orestes: “Una sociedad no puede subsistir, sin explotar los recursos agrícolas. Si se tiene empeño, en Cuba, la tierra te da lo que tú quieras”.

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