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martes, 21 de noviembre de 2017

Aprender: Satisfacción eterna

Desde el portal de mi casa puede verse el costado de mi primera escuela. A veces, la cercanía lo convierte en un elemento común que con la prisa puede pasar desapercibido ante mis ojos, pero esta mañana no he podido evitar que me envuelva la nostalgia.

Me he quedado detenida contemplando el paso feliz de los alumnos; unos, de la mano de sus padres; otros, los más grandes, avanzando solos, guiando a la hermanita pequeña para llevarla segura hasta el aula y después ir corriendo hasta la suya.

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Así, de repente, las barandas del portal me parecieron más altas y me abrazó otra vez el calor de un uniforme. Abandoné la casa y allí estaba frente a mí la puerta de la escuela, el pasillo largo, la plazoleta custodiada por la bandera y más adelante, aquel espacio de sillas pequeñas y una pizarra extendida a lo largo de la pared.


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¡Qué alegría sentir el olor a cuaderno nuevo y acariciar una por una las hojas para distinguir las figuras! ¡Cuán grato volver a llenar de preguntas a la profesora de mirada tierna, como si no alcanzaran los segundos para tantos por qué! Y cuánta emoción volver a compartir la merienda y los sueños con los mejores amigos durante el receso; experimentar el trazo de la primera letra, lograr leer en voz alta mi cuento preferido…

Por supuesto, no faltaron las horas de repasos en grupo, de las cuales surgieron trabajos prácticos, respuestas a las tareas más complejas… y donde cualquier pretexto es bueno para reírse a carcajadas o entablar discusiones que solo duran un segundo.

Pude sentir las cosquillas en el estómago ante la llegada de los exámenes, y ese impulso de esforzarte más que produce la certeza de un error.

El timbre suena y las barandas del portal de mi casa ya no me parecen tan grandes, ni tan cercano el calor del uniforme. Ha cesado el desfile de alumnos y comprendo la distancia de aquella primera etapa de mochilas y lápices a la que sobrevinieron tantas otras de profesores excelentes, amigos nuevos, sayas amarillas y azules, hasta terminar la universidad.

A pesar del tiempo, los muros de mi escuela primaria se mantienen firmes. A veces, la prisa cotidiana me impide mirarlos detenidamente. No obstante, es una dicha saber que están allí recordando mi despertar como estudiante, y esa satisfacción de aprender algo nuevo que perdura toda la vida. 

miércoles, 21 de diciembre de 2016

Día del educador: Sueños sobre la mesa


Día del educador

La casa de Lina Jacinta Dueñas Vargas está llena de memorias. Sin embargo, más allá de las fotografías, de los libros que custodian la almohada cada noche, prefiere la mesa de la terraza.

Quien contemple el mueble a primera vista tal vez alegue que luce gastado por el roce del tiempo e, incluso, que no advierte nada extraordinario en su estructura sencilla. Sin embargo, Lina no olvida aquel día en que su padre se la trajo de regalo e invitó a varios de los hijos de sus compañeros de trabajo para que ella, apenas una niña de 12 años, los repasara.

En aquel momento no podía entender por qué consideraba que podía cumplir tal encargo, pero aquella confianza profunda la impulsó a descubrir dentro de sí misma que había nacido para el magisterio. Años después, tras graduarse entre los mejores de su curso, estaba segura de ese camino. No obstante, para que jamás se desvirtuaran sus pasos, lejos de escoger centros urbanos donde ejercer la pedagogía, su padre insistió en que trabajara en una escuelita rural de la finca Sacapiedras, próxima a Pedroso.

En esos predios abrazó la humildad conoció la gratitud de los alumnos, alfabetizó y llegó a sentirse parte de las familias que la acogieron como a una hija.
Cada vez que regresaba a casa, iba corriendo hacia la mesa y pasaba las horas leyendo, escribiendo poemas, intentando dominar aún más el Español… ¡Cuántas madrugadas la sorprendieron rendida entre libretas y plumas en el intento de no apartarse de la educación a pesar de que la enfermedad de su madre le entristeció el alma durante dos décadas!

Sin embargo, lejos de renunciar, decidió impartir clases en horario nocturno y, si por algún motivo no podía acercarse a la facultad, el grupo de estudiantes tenía las puertas de su hogar abiertas para continuar la lección.

De esa forma la estructura de madera fue envejeciendo junto a Lina al compás de las generaciones que llegaron ávidos de aprender y asistieron al milagro de ver cómo la profe multiplicaba el conocimiento hasta saciar sus ansias. Allí defendió la belleza del lenguaje, se ganó el respeto con su expresión pausada y tierna, motivó a su hijo Lázaro a convertirse en un profesional y desterró los nervios de cientos de estudiantes la noche anterior a la prueba.

Por eso a sus 76 años, cuando alguien se acerca y le pregunta por su recuerdo más preciado, de inmediato dirige una mirada hacia el mueble que permanece regio en la terraza. Después, con total seguridad responde “pueden llevárselo todo, solo déjenme esa mesa como testigo de que hice mío el anhelo de mi padre y ayudé a otros a encauzar sus sueños”.

lunes, 19 de diciembre de 2016

La profesión que nos cambió el nombre


educadoras de Círculo Infantil

“Me levanto tempranito/para ver salir el sol/soy un lindo botoncito/y mi casa es una flor/ saludo a la mariposa/con mi seño en el jardín/y juego con muchas cosas/porque soy muy chiquitín”…

A medida que recorremos las calles de Limonar, las voces se tornan más fuertes y, al fin, estamos frente a un coro diminuto que canta el himno para recibir la mañana, mientras las notas danzan alegres entre el asta de la bandera, los pasillos, hasta llenar cada sitio del Círculo Infantil Botoncitos de la Patria.

Allí, más allá de pizarras y cuadernos, se levanta la realidad en miniatura. Un mundo donde, de la mano de las educadoras, es posible atrapar las primeras palabras o simplemente ser doctora, ama de casa, constructor, carpintero…, sin renunciar a la inocencia.

ATRAPADOS EN EL CÍRCULO DEL AMOR


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“Quiero mucho a mi seño, ella me enseña a decir gracias, a no hablar con la boca llena y a comer todo el almuerzo para estar fuertes y que nos crezca largo largo el pelo”, confiesa Ana Lía Castañeda Solís con esa sinceridad que solo encierran los secretos de una niña.

Al igual que Vida Tirado García, Adrián Rodríguez Quintana y tantos otros compañeros de aula se siente feliz al cursar el preescolar en un centro donde la formación de hábitos y habilidades han ido moldeando sus pensamientos desde los primeros pasos.

“Esta es una obra que tiene que nacer del corazón. De nosotros depende lograr el máximo desarrollo integral posible en esta etapa para su posterior ingreso a la escuela, así como preparar a las familias de modo que den continuidad a la labor educativa en el hogar.

“Contamos con un total de 27 docentes que tienen la responsabilidad de atender a 134 niños. Los grupos se ubican de acuerdo a las edades. Por ejemplo, la infancia temprana comprende el segundo y tercer año de vida, mientras que la edad preescolar abarca el cuarto quinto y sexto”, explica Edismaris Bagés Marrero, directora de la institución.

Así, detrás de cada sonrisa, de cada frase completa que pronuncian los infantes, de su imaginación que crece durante los juegos de roles, los valores que surgen en medio del esparcimiento, se encuentra la esencia de la conducción pedagógica.

“La confección de los medios didácticos que se utilizan para complementar las acciones programadas dentro de la actividad independiente se lleva a cabo con materiales desechables y lo realizan las propias educadoras. Hacemos talleres de papel maché y decoramos los objetos terminados. Así, surgen televisores, platos, piezas de rompecabezas, y tantas otras figuras que conforman un universo hecho a su tamaño.

“Se elaboran con el objetivo de que puedan realizar acciones lo más cercana posibles a la vida cotidiana. A veces, mientras juego con ellos, les digo que estoy enferma y de inmediato me atienden. Hay que verlos manipular los objetos y relacionarse unos con otros como si fuesen un equipo de profesionales”, afirma Bárbara Pérez Hernández subdirectora docente.


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EL ABRAZO DE LOS HIJOS

Cuando se acerque el mes de julio Estrella Milagros García Martell, cumplirá 37 años como educadora de Círculos Infantiles. En más de tres décadas de experiencia no olvida los rostros de tantos infantes que se acercan hoy convertidos en ingenieros, arquitectos… para darle un abrazo a quien les enseñó a sostener los cubiertos, cantar canciones…

“En una ocasión, uno de los niños que yo atendía se enfermó y cuentan sus padres que cuando el doctor fue a visitarlo le dijo que tenía que ponerse bien para regresar al círculo pronto y le preguntó – ¿Qué es la seño para tí?-, y sin pensarlo dos veces el pequeñito respondió –Mi seño es mi felicidad- imagínese, ese es uno de los recuerdos más lindos que guardo de esta labor: el haberme dado tantos hijos”.

Mientras que Yaquelín González Pérez, educadora de segundo año de vida, con 22 años de experiencia, considera un privilegio saberse responsable del desempeño futuro de los infantes. “El nivel que prefiero es la edad temprana, porque son los que más necesitan atención, afecto, paciencia. Es vital el intercambio con la familia. En las actividades grupales les explicamos las dificultades y logros de sus hijos. Siempre busco interactuar con los padres, de manera tal que puedan decirme incluso alguna palabra nueva que haya pronunciado el pequeño en la casa, pues así podemos enfocar nuestro asesoramiento”.

UNA CASA PARA TODAS LAS GENERACIONES


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Los alumnos del sexto año de vida del círculo conocen bien el nombre de la educadora Yuliet Marrero Pérez. A pesar de su juventud, se destaca por la fluidez, coherencia y esa capacidad de traducir en dedicación el magisterio. Según la directora del centro, es egresada de la escuela pedagógica René Fraga Moreno y, gracias al funcionamiento del círculo de interés pedagógico existente en el municipio, desde noveno grado pudo encauzar su vocación y optó por la carrera de educación preescolar.

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Y es que el Círculo Infantil Botoncitos de la Patria es una casa donde la convivencia intergeneracional deviene fuente de renovación y aprendizaje.

“Tengo 23 años y desde los 16, tras graduarme del curso de educadoras de nivel medio, comencé mi desempeño. La inspiración vino de mi madre que era auxiliar pedagógica y lo disfrutaba mucho. Durante un tiempo estuve separada de la institución porque perdí a mis padres y nació mi hijo. Sin embargo, en cuanto pude, regresé. Uno siente cuánto te retribuyen los infantes cuando llegan por la mañana y nos abrazan, o ese día en que me dicen que Anthony Chinea, uno de mis niños de solo tres añitos, no se quería quedar si yo no estaba”, asegura Isis Almeida Ojito.

El 22 de diciembre la administración del centro se esmerará para que el comedor tenga un brillo diferente. Muy pronto se abrirán las puertas y un mar de miradas pícaras entrará lleno de felicitaciones en un recinto donde no existe espacio para el llanto. Allí, donde esperan por un beso quienes, como dijera Estrella, cambiaron sus nombres por un calificativo cómplice de la ternura: “la seño”.

miércoles, 2 de noviembre de 2016

Rivas, motivos para soñar


Rivas, motivos para soñar

Cuentan que cuando el maestro llegó en 1966 a la finca La Paloma aún sin quitarse el polvo del camino preguntó dónde estaba la escuela, mientras los pobladores contemplaban desconfiados al muchachito de 18 años y mirada expresiva que parecía un alumno más. Ante la imposibilidad de regresar a casa, tuvo que hospedarse de lunes a viernes en el hogar de José y María, ubicado en la finca El Chamizo, perteneciente a Ceiba Mocha.

 

Muy pronto las dudas fueron sustituidas por la admiración hacia el joven que despertaba temprano y transitaba cuatro kilómetro hasta llegar al aula y recibir a los niños, para después dedicar las noches a instruir a los adultos de la zona. Así, se fue convirtiendo en un hijo más de aquellos predios, donde la bondad lo saludaba desde cada puerta, envuelta en el aroma del café matutino o en los rostros asombrados que permanecían en silencio, escuchándolo.

                          II

-¡Hoy si voy a aprender!, ¡llegó mi maestro!

Ante el saludo de la niña, Regino Rivas Díaz olvida el cansancio de recorrer siete kilómetros cada sábado y de los 68 años que se ciernen sobre sus pasos, para enseñarla a mirar más allá de sus limitaciones físicas. Sabe que incluso el destino es su cómplice, pues ideó su regreso al mismo batey de Ceiba Mocha donde hace cinco décadas atrás fue el muchacho inquieto que conquistó la gratitud campesina.
 

“Mi trayectoria ha estado llena de coincidencias. La noche en que llegué a Managua con el objetivo de iniciar la misión internacionalista nos alinearon en fila para indicarnos hacia qué departamento debíamos ir. Cuando llegó mi turno me ordenaron: “Rivas, usted va para Rivas”, entonces recordé que cuando era niño le había dicho a mi maestra de geografía que algún día visitaría ese lugar. Inmediatamente corrí a escribirle una carta donde le comuniqué: “Profesora, estoy en Rivas, como dije en mi pupitre una vez”.

Y es que la existencia de Regino ha sido un desafío constante al desaliento, al egoísmo de dar la espalda al mundo exterior que espera porque alguien le siembre nuevas ilusiones.

“Alrededor de 33 años marcan mi camino como Director y subdirector de centros docentes. La primera experiencia fue en el internado Julio Antonio Mella. Después, al volver de Nicaragua me situaron al frente de la escuela primaria Mártires de la Cumbre, donde se realizó un trabajo inolvidable con la comunidad. Sin embargo, mi vocación se fortaleció verdaderamente al asumir durante 21 años la dirección de la Escuela de Formación Integral Antonio Guiteras. Nos veían como su familia, realizábamos actividades prácticas de talleres y oficios, y poco a poco se evidenciaban las transformaciones en los alumnos”.

 Posteriormente, fungió como metodólogo en la dirección municipal de educación de Matanzas y una vez más, ante el llamado del territorio, asumió el reto de ser profesor en la Escuela de Conducta Conrado Benítez donde permanece actualmente.

Al indagar sobre la obra de Rivas, tal vez muchos mencionen las medallas de la Alfabetización, Jesús Menéndez, Hazaña Laboral, Misión Internacionalista, 28 de septiembre, 40 Aniversario de las FAR, o quizás la Distinción cubana al educador y los sellos Ernesto Guevara, Frank País. Mientras otros resaltarán la Medalla conmemorativa de la ciudad de Matanzas, la Orden Lázaro Peña y los diplomas otorgados por participar en movilizaciones, zafras, recogida de café, donaciones de sangre… No obstante, confiesa que el reconocimiento más valioso es la expresión de sus estudiantes.


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“El año pasado durante la jornada por el día del educador en la escuela de conducta, el estudiante Yuniesky Cárdenas comenzó a leer un poema en medio de la plaza: “Maestro quiero decir/con estas pocas palabras/que con amor usted labra/un camino para mí”… al terminar comprendí que había sido escrito en mi honor. Los presentes comenzaron a aplaudir y nadie pudo evitar las lágrimas”
“Tengo el privilegio de que mis dos primeras maestras Carmen y Soraida estén vivas. Ellas son mi inspiración a seguir superándome. Me gradué como maestro primario, maestro defectólogo, Licenciado en Defectología en la especialidad de Trastornos de la Conducta y en el 2007 obtuve la Maestría en Ciencias de la Educación Superior. Aún aspiro a cursar el doctorado, a pesar de que muchos consideran que es una locura a mi edad.

“Me preguntan qué voy a hacer en el futuro, pero siempre respondo que no me preocupo por el porvenir, que solo pienso en lo que estoy haciendo en el presente. Siento profunda tristeza cuando me avisan de la muerte de algunos de mis alumnos. Siempre he considerado que el magisterio es como cuidar de un jardín donde las flores se abren poco a poco y con el tiempo van desapareciendo. Eso sí, lo esencial en esta tarea es luchar contra la pobreza de ánimo, porque no hay cambios sin sueños, ni sueños sin esperanzas”.


jueves, 20 de octubre de 2016

IPVCE Carlos Marx, más allá del tiempo y la distancia

IPVCE Carlos Marx, más allá del tiempo y la distancia Foto: Internet
 
Recuerdo aquel septiembre cuando mis padres me despidieron con lágrimas en los ojos tras el cristal de la guagua. “La niña de la casa”, esa que nunca había estado becada, ni acostumbraba a dejar el hogar por tantos días iniciaría una nueva vida como estudiante en la ciudad.

Así comenzó el trayecto y después de más de una hora divisamos los edificios de la nueva escuela. Llegamos de noche, las luces y la multitud de estudiantes entrando me causaron cierto nerviosismo que tuve que dejar en cada escalón para subir con el maletín a cuestas y encontrar el albergue.  Entonces comprendí que había llegado la hora de ser independiente.

Allí estaba la guajirita de Pedro Betancourt, entre tantos jóvenes de todos los municipios de la provincia con costumbres diferentes, estilos propios…  Después de transitar las escaleras con la llave de la taquilla colgada al cuello, trataba de recordar todos los consejos: “ no dejes nada regado”, “abrígate si hace frío en las noches”, “no descuides los estudios”, “ aliméntate que para pensar hay que comer”… y tantas otras sugerencias que hasta había olvidado con la emoción de ver el albergue.

Allí estaba la litera, presagio de los lazos que la convivencia impone cuando se comparte la vida diaria en una beca.  La primera noche apenas dormimos, la curiosidad de saber los nombres,  el nuevo colchón al que había que adaptarse, pudieron más que las voces de los profesores que llamaban al silencio de las muchachitas de cada cubículo.

A la mañana siguiente comenzarían las colas en los baños, la rotación de la cuartelería donde nadie escapaba a la limpieza supervisada por Roly, el internado. Cómo olvidar el primer  desayuno en el comedor y  el matutino inicial en el anfiteatro, donde tuve la certeza de que aquella etapa en el Instituto Preuniversitario de Ciencias Exactas de Matanzas IPVCE Carlos Marx sería inolvidable.

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Todos los amigos de mi pueblo fueron ubicados en aulas diferentes a la mía. Allí estaba yo, sentada en una de las mesas del grupo cuatro, mientras Renier Betancourt (el químico), nos anunciaba que sería nuestro guía durante los tres años donde se transformó en más que un profesor, en un padre para todos.

Ayer el IPVCE cumplió un aniversario más y no puedo evitar que los recuerdos del primer día asalten mi memoria. Cuando busco aquellas imágenes no aparece una escena donde fluyeran las lágrimas, solo alegrías, tal vez por eso siempre termino llorando cada vez que he vuelto a visitar la escuela.

Allí están los pasillos donde la madrugada nos sorprendía estudiando para la prueba de Matemática o de Biología, o simplemente luchando contra el sueño en medio de las guardias. Las piscinas que jamás vimos con agua, la cafetería, el comedor en el que hicimos autoservicio o adornamos en un operativo especial por el 14 de febrero.


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No puedo evitar sentir nostalgia al saber que el tiempo no permite volver hacia aquellas aulas para volver a reír ante las locuras de Lester, Titico, Julio, Ángel,  y compartir las tristezas y triunfos con Ariadna, Maybel y Lilliana y tantas otras amigas que se convirtieron en mis hermanas.

Me gustaría regresar para ver a Alfredo vivo, lejano de aquel fatídico accidente que apagaría su voz tiempo después de egresar del IPVCE.  ¡Cuánto daría por estar todos juntos de nuevo en la educación física bajo la tutela del profe Sixto, o contemplar cómo el profe Guillén se colocaba su traje cada vez que había exámen de Química.

Los amores primeros, las lecturas en la biblioteca, las ruedas de casino, la fuga hacia el río que nunca me atreví a emprender,  la búsqueda de agua en las casitas donde de pronto alguien gritaba que el profe Oviedo venía y se formaba el “corre corre”…

Aún guardo en la casa la camisa azul, firmada por tintas diferentes en la última semana de duodécimo grado, un pétalo de la flor que nos regalaron en la graduación y todas las postales que en cada cumpleaños recibí como sorpresa al despertar en el albergue.  Y es que aunque ha pasado el tiempo, aunque los años de universidad llegaron después y ahora dos años me separan de la etapa estudiantil,  le debo al IPVCE una parte importante de mi vida, instantes donde crecí en conocimiento y espíritu y descubrí que formar parte de la historia de la escuela,  es un signo que no pueden eludir las generaciones que se forman en ella porque las distingue más allá del tiempo y la distancia.

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miércoles, 7 de septiembre de 2016

Escuela especial Jesús Menéndez Larrondo: Donde lo diferente es virtud


 
Escuela especial Jesús Menéndez Larrondo
Cuentan que cuando el pequeño Anniel Reyes Guillén llega al aula, todo se transforma en abrazos. “Quererlo es obligatorio”, comentan los profesores a los cuales en más de una ocasión les devuelve la sonrisa. Durante las clases, presta atención y, aunque muchas veces no consigue dominar el lápiz, tiene una memoria prodigiosa. “Una vez que le dices tu nombre, jamás lo olvida”.

Dice la auxiliar Regla Torres que una vez en que por azar se encontraron en el tren, Anniel al verla, soltó la mano de su abuela y fue corriendo hacia ella con los ojos llenos de alegría. Allí permaneció durante largo rato, cerquita, conversando, asombrándola con sus ocurrencias.

Por eso se sienten realizados al verlo crecer, y adquirir habilidades para ser independiente. El colectivo de la escuela especial Jesús Menéndez Larrondo en el municipio de Pedro Betancourt sabe que ese es uno de sus propósitos: lograr en un “acto sublime de amor”, que cada alumno encuentre un espacio para ser feliz en medio de la sociedad.


TODO EL MUNDO CUENTA

Justo Rafael Pita Suárez, director del centro, explica que iniciaron este curso escolar 2016-2017 con una matrícula de 77 educandos, de ellos 12 internos procedentes de consejos populares como Güira, Pedroso, Socorro y Camilo I.

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“Contamos con cuatro aulas anexas ubicadas en Manuelito, Bolondrón y Pedroso, así como con maestros ambulatorios que atienden a los estudiantes con necesidades educativas más complejas y les imparten las materias en sus hogares”. No obstante, algunos padres se resisten a valorar la importancia de que sus hijos matriculen en el centro.

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“En ocasiones por prejuicios, en otras por desconocimiento, no comprenden que disponemos de medios para facilitar su formación integral y prepararlos para la vida adulta. Contamos con una psicopedagoga, logopeda, enfermería, biblioteca, instructores de arte, profesores de computación, educación física, además de proporcionarles una dieta especial. Este curso comienzan dos alumnos que se encontraban en otros centros, lo cual disminuye el número de incluidos”, asevera el directivo.

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Juliet Rodríguez Ruiz, jefa de II, III y IV ciclo expone que se rigen por un currículo funcional según las habilidades adaptativas de los educandos. Los contenidos se dosifican y se alargan de manera tal que no repiten el grado, sino que transitan sin objetivos vencidos. “Desde primero hasta noveno grado, trabajamos con variadas patologías que van desde el retraso mental leve, hasta el moderado y algunos con agravante. A ello se suman aquellos que tienen un retardo en el desarrollo psíquico y cuya permanencia en el centro es transitoria”.

EL DERECHO A UNA VIDA INDEPENDIENTE Y FELIZ

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Entrar al Taller de educación doméstica resulta un encuentro con una casa diminuta donde los estudiantes se demuestran a sí mismos que son capaces de ser independientes.

“Algunos llegan sin apenas saber cómo tender la cama, porque no le permiten hacerlo en casa. Es por eso que uno siente satisfacción al enseñarles a utilizar los instrumentos de cocina, hablar por teléfono, y prepararse para en un futuro tener su propio hogar”, expresa Irma González Troya, maestra encargada de la asignatura.

De igual forma, Marlén Lugo Torres, quien imparte el Taller de confecciones textiles, comenta que a diario se estimula la creatividad, pues aprenden a hacer dobladillos, zurcir, tejer, bordar e incluso manipular la máquina de coser. Por su parte, la Ingeniera Agrónoma María Elena Marcos Travieso, profesora del Taller de Técnicas básicas agropecuarias, afirma que “lo que producen tributa a su alimentación. Atienden también un jardín de plantas medicinales y realizan productos vinculados con la industria rural como encurtidos, puré de tomate, vino seco, vinagre”.

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Heberto Rojas Hernández, subdirector de Preparación Laboral argumenta que entre la escuela y la dirección municipal de trabajo existe un vínculo estrecho. “Desde los 12 años y hasta los 15, comienzan a rotar por los talleres docentes y posteriormente reciben formación laboral en centros de producción del territorio donde se especializan en uno o más oficios. En esta etapa, se les entrega un estipendio de cuatro pesos por cada día práctico. Egresan a los 17 años y para ello diseñamos una estrategia a fin de garantizarles la ubicación laboral con la previa consulta de los padres”.

Por su parte, Danay Ortega Reyes, subdirectora de Trabajo Educativo afirma que las auxiliares pedagógicas y las veladoras de sueño, juegan un papel esencial. No solo apoyan a los maestros durante las clases, también se convierten en las madres de los pequeños que se encuentran albergados y les enseñan hábitos imprescindibles para su crecimiento y convivencia.

En las proximidades del otrora central Cuba Libre, se levanta esta escuela, a la cual el tiempo le ha lacerado la estructura y por ello aguarda su reparación como una prioridad para el 2017. Sin embargo, ello no impide que en sus pasillos se acoja la vida desde todos sus matices.

Como expresara Graciela Margarita Amorín Fonteboa, jefa de primer ciclo, “la relación entre los docentes y estos estudiantes no difiere del trato de cualquier tipo de enseñanza, solo exige una dosis más alta de creatividad, paciencia y reconocimiento de sus logros. Ante el cariño que profesan, nadie puede ser indiferente, uno siente que recibe más de lo que da”.

lunes, 29 de agosto de 2016

Septiembre a las puertas del aula



 Cuando agosto comience a ceder espacios a las primeras luces de septiembre, una vorágine de uniformes y mochilas se adueñará de los hogares. Unos se adentrarán por primera vez en un despertar de letras y números; otros, volverán a encontrarse con los amigos del curso anterior y estrenarán nuevas asignaturas. 
El inicio del curso escolar se convierte entonces en un suceso que conmociona a las familias y cuyo desarrollo descansa en múltiples factores que deben garantizar los recursos indispensables para abrir las puertas hacia el saber.
Faltan apenas unos días para que 113 centros de los diferentes niveles educativos reciban a 109 mil 553 estudiantes matanceros. Acerca de los preparativos y dificultades que prevalecen, dialoga Raúl Hernández Galarraga, director provincial de Educación.
“Desde los Círculos Infantiles, hasta la enseñanza técnico profesional, comenzarán el periodo lectivo 2016-2017 el próximo cinco de septiembre. Por este motivo se han realizado acciones a lo largo del presente año, entre ellas el mantenimiento de 40 centros; así como el seguimiento de las deficiencias presentadas por 14 inmuebles en cuanto al sistema hidro sanitario, donde ha sido imprescindible para su restauración los nexos de trabajo entre la dirección provincial de Salud y Educación.
La escuela pedagógica Roberto “Coco” Peredo, en Colón, tras un proceso inversionista de tres años, exhibirá una imagen renovada este curso y se decidió continuar con las labores de mantenimiento a fin de rescatar cada espacio del inmueble. Contaremos además con la apertura de una escuela primaria ubicada en el reparto Iglesias (zona conocida como el Plan CTC), para lo cual se ultiman los detalles constructivos”.
En cuanto a los laboratorios necesarios para impartir las asignaturas relacionadas con las ciencias en la enseñanza secundaria, el directivo explica que de los 19 faltantes, 13 están en condiciones óptimas para recibir la instalación de los materiales y equipos, mientras que seis permanecen aun en fase de construcción.
No obstante, más allá de los avances en este sentido, de la distribución de los uniformes y el completamiento de la base material de estudio, las preocupaciones fundamentales giran en torno al capital humano, eje de los procesos educativos. Las cifras relacionadas con el éxodo de docentes suman 300 estadísticas que, aunque decrecen respecto a años anteriores, afectan al territorio. Por este motivo se implementan alternativas para suplir la necesidad de maestros.
“Tenemos un déficit de 137 profesores, siendo los centros de enseñanza secundaria y Técnico Profesional los más afectados en este sentido. Una vez más los municipios de Cárdenas y Matanzas presentan las mayores problemáticas. Entre las vías que hemos creado se encuentra el apoyo de la Universidad de Matanzas, donde alrededor de 300 estudiantes han manifestado su interés de ser contratados para ejercer la docencia y ello debe ayudarnos con el completamiento de plantilla. A ello se suman los 329 profesores graduados este año en los centros de perfil pedagógico, los cuales se incorporarán a las aulas”.
En medio de este contexto, se impone continuar avanzando en la implementación del Plan de Atención Integral al Maestro, camino donde si bien se han dado algunos pasos, permanecen dificultades que impiden otorgarle a los docentes el reconocimiento social que merecen.
“Se han concentrado un grupo de recursos en la edificación de una residencia ubicada en el Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas (IPVCE) Carlos Marx, la cual concentrará a todos los maestros que prestan servicio en la ciudad de Matanzas y se alojaban en villas deterioradas. Si bien existen todavía algunos elementos por concluir, se espera que al comienzo del curso puedan insertarse en la nueva infraestructura que sin dudas tendrá las condiciones necesarias para brindarles un mejor confort”.
Hernández Galarraga argumenta que entre las prioridades de la próxima etapa escolar figura enfatizar en el trabajo preventivo para lo cual todos los docentes están inmersos en cuatro días de seminarios desde el 23 de agosto.
“Es imprescindible además fortalecer la calidad del aprendizaje y la formación vocacional con énfasis en las carreras pedagógicas sobre todos en los niveles de secundaria y preuniversitario. Debemos ser capaces también de mostrarle a la familia la importancia de que sus hijos matriculen en especialidades de la enseñanza técnico profesional, sin menospreciar las opciones que brindan los cursos de obreros calificados que favorecen la formación en oficios vitales para la sociedad”.
Acceder a la educación constituye un privilegio para los hombres, pues bajo su égida transforman la visión del mundo y ponen de manifiesto la supremacía respecto a otras especies. El país que dirige a las nuevas generaciones por los senderos del conocimiento, garantiza la formación de hombres y mujeres capaces de discernir y crear.
El advenimiento del curso escolar es una oportunidad para reflexionar acerca de los resultados y de esos aspectos que obstaculizan la plena materialización de ese derecho conquistado por la Revolución Cubana que apuesta por la existencia de un pueblo culto como premisa de un mejor futuro.
 

Amor multiplicado en la distancia

Cuando le preguntan por mamá y papá, el pequeño Hamlet contesta que “están trabajando lejos”, que montaron un avión e “hicieron ñiiiii...” ...