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miércoles, 8 de enero de 2020

Para vivir 100 años, sean como Cheo



Quien conoce a José Gerlín Pérez, mejor dicho, “Cheo” tiene la sensación de que el motor de su espíritu se recarga minuto a minuto para recibir cada amanecer en su hogar, ubicado en la Calle 27 entre 14 y 16, en el poblado de Pedro Betancourt. Allí, abre las puertas a quienes deseen disfrutar de un partido de dominó o hablar de pelota, eso sí, siempre a favor del equipo matancero. 

Sentado en la cocina, rememora su adolescencia y juventud en el caserío Malpica cerca del central Dolores que después adoptaría el nombre de Jaime López. 

“Con 13 años corté caña y trabajé duro. Un buen día, luego de pasar el servicio militar le dije a papá que no regresaría al campo. ÉL habló con los dueños de una bodega y me consiguió una plaza como ayudante de cocina, allí por cosas del destino en solo 30 días me convertí en maestro cocinero y al parecer tenía talento porque estuve en el puesto hasta que me retiré”, comenta, mientras una vecina añade que Cheo vive solo, elabora todavía sus alimentos y le consta que hace un arroz con leche para chuparse los dedos. 



Tiene una memoria envidiable, no solo recuerda la fecha exacta en que ocurrieron los instantes más significativos de su existencia, sino que aun esboza una sonrisa pícara cuando habla de las fiestas a las que asistía para conquistar una muchacha y hasta del rostro de la primera joven que invitó a bailar. 

Por supuesto, no olvida los momentos de tristeza. Cuentan que aun coloca flores en la tumba del hijo que se marchó muy temprano y en la de su esposa Josefina que partió al poco tiempo. 


Pero Cheo tiene muchos motivos para sonreír. Su hija Miriam y los nietos y bisnietos le alegran el alma y ¡qué decir de los amigos!. Por eso, la noche del 6 de enero último, su cuadra se volvió una fiesta. Poco a poco comenzaron a llegar vecinos, niños, adolescentes, hasta artistas de la Casa de Cultura Municipal María Villar Buceta, todos para estrechar la mano del hombre que nació un día como ese, pero del año 1920. 

Allí bailó con una soltura de “15”, repartió abrazos y confesó sentirse feliz porque ha amado y es querido. “Cuando mi mujer estaba a mi lado siempre le decía que en mi casa no se le negaba un favor a nadie, me llevo bien con todos,- ¿no es así?- pregunta a la multitud que responde a coro: -así es Cheo-. “Ya usted ve, si quieren vivir mucho, sean como yo”.

jueves, 3 de septiembre de 2015

Julio, el centenario de Guanábana



 
 “Vieja, hoy cumplimos 66 años de casados”-susurra al oído de su amada mientras acaricia sus cabellos. Sabe que ella no puede comprenderlo y que ha olvidado incluso su nombre, pero sigue siendo “su compañera, una parte de su propia alma”.
Es temprano. Recoge las tarjetas, su jaba de siempre y emprende el viaje habitual hacia la bodega en busca de la leche de los nietos. ¡Zamora, cómo está!, -¡Buenos días abuelo, ¿cómo amaneció hoy?... Con un gesto responde al saludo de los vecinos y se dispone a comprar de primero. “No hay nadie más viejo que yo en todo el pueblo de Guanábana, eso tienes sus ventajas”, comenta con una sonrisa pícara.
El almanaque anuncia que es 31 de agosto y a solo unas horas del primero de septiembre Julio Zamora Pérez rememora su nacimiento en el municipio de Martí, en el año 1915. El cálculo resulta simple, pero cumplir cien años de edad, es un privilegio que pocos disfrutan.
Con total lucidez narra que fue el cuarto de diez hermanos y que desempeñó numerosas responsabilidades: barbero, policía, fotógrafo… En la década del 40 se trasladó hacia Guanábana y desde entonces vive feliz, rodeado de sus hijos, nietos y ahora bisnietos y tataranietos. 
                      

Cuenta su familia que le apasiona la pelota, y siempre busca un instante para discutir con los jóvenes sobre el desempeño de los Cocodrilos matanceros.
Ah, eso sí, no le teme al trabajo, mantiene el patio chapeado y todavía realiza algunos trabajitos de carpintería, oficio que siempre le apasionó. Su expresión revela a un hombre culto, de experiencia y dice su nieta que en ocasiones la sorprende con alguna que otra frase en inglés.
Quienes lo conocen, comentan que cada vez que se acerca su cumpleaños, dice que será el último, pero su existencia no deja de tener ese brillo extraordinario que lo mantiene activo. Despacio, avanza por las calles, con su sombrerito y la espalda derechita, entonces sonrío porque tengo la certeza de que al igual que la Francisca de Onelio Jorge Cardoso, Julio es un vencedor en la batalla por la vida.

Amor multiplicado en la distancia

Cuando le preguntan por mamá y papá, el pequeño Hamlet contesta que “están trabajando lejos”, que montaron un avión e “hicieron ñiiiii...” ...