“Si cocinas como caminas, me como hasta la raspita”, le susurra al oído un joven que transita en la misma acera que ella, y no puede evitar sonreír ante la ocurrencia del admirador. Resulta que el cubano, pícaro, eterno enamorado de la vida y dispuesto siempre a apreciar lo bello, ha desarrollado la capacidad de crear piropos ingeniosos que retan a la imaginación y atrapan la atención de las agraciadas féminas.
La labor de clasificar estas frases sería interminable, pero es posible diferenciar algunos que resaltan por su contenido. Por ejemplo, existen piropos de ciencia ficción, como el que le regalaron a cierta amiga cuando llevaba puesto un vestido tejido: “Niña, quien fuera Spiderman para enredarse en esa telaraña”, o algunos más fatídicos como aquel expresado a una muchacha frente a una funeraria: ¡Ay, quien pudiera morirse a tu lado mi cielo!
Además hay piropos indirectos que se dicen a la suegra: ¡Señora, vaya con suerte, que yo voy con su hija!, y otros que toman frases de dibujos animados para resaltar la delgadez de la piropeada: “Que pescado más flaquito”. Y qué decir de aquellas frases bondadosas dispuestas a entregarlo todo: “Mi amor si me dices que sí, te doy la casa, el carro, el perro, el celular… “
Y cómo pasar por alto esos piropos con cierto aire de intelectualidad, que nos remiten al diccionario: “Preciosa, eres como una gota de luz límpida que me ha deslumbrado”, o esos que hacen alusión al lugar de procedencia: “¡Las matanceras son las más bellas de Cuba!”.
Lo cierto es que piropear es un arte, siempre que esté acompañado de buen gusto y respeto. Si es así, es un privilegio para una mujer escuchar palabras halagadoras que pueden entregarle a un día gris, una dosis de alegría y una pincelada de optimismo a la autoestima.
No hay comentarios:
Publicar un comentario