jueves, 3 de septiembre de 2015

Un día esta será mi escuela



 

 -Vamos a ir a ver el aula de tata ¿verdad?-, dice el pequeño Kevin, que apenas podía contener la emoción sobre los brazos de papá.

Es primero de septiembre y sabe que su hermanito Anthony Artiles comenzará el tercer grado. Aquella mañana, un alboroto pioneril despertó a la escuela primaria René Fraga Moreno que abrió sus puertas como sede del acto provincial por el inicio del nuevo curso.

-¡Al fin llegamos!, piensa y desde un rinconcito recorre con la vista cientos de rostros alegres- ¡Ahí está!, ese es - susurra y comienza a saludarlo. Observa en silencio la pañoleta azul que parece brillar en el pecho de su hermano - ¡Es la más linda de todas!, piensa y entonces contempla cómo Anthony se pone de pie y otros niños colocan muchas flores frente a una figura.

Kevin no comprende aún este gesto, pero mamá le explica que ese es el busto José Martí, un hombre que soñó con ver a todos los niños cubanos felices, disfrutando de escuelas y libros…

De inmediato, se escuchan las notas del himno nacional mientras la bandera de la estrella solitaria se levanta poco a poco, hasta ondear en lo más alto, como si quisiera hacerle cosquillas al cielo.

Los aplausos estremecen la plazoleta que vibra al compás de danzas, canciones y palabras de bienvenida. ¡Al fin ha llegado el momento de que los alumnos entren a las aulas! Allí se aproxima Anthony, acompañado de su mamá, mientras Kevin y sus padres corren para estrecharlo en un abrazo justo frente a la imagen martiana.

 Con solo tres añitos, Kevin no entiende por qué no puede quedarse con tata en el grupo, si el también quiere aprender. Un poco molesto se despide sin dejar de mirar hacia atrás, mientras papá lo besa y le dice que no se apresure, que pronto llegará su tiempo y que allí estará también toda la familia para verlo estrenar su uniforme. Entonces, el chiquitín se alegra y grita a toda voz: ¡un día esta será mi escuela!

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