jueves, 28 de julio de 2016

Manuel, cien veces invicto


Manuel, cien veces invicto 
 
 
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Cuentan que a Manuel Santana Guillén el apodo de siete suegras le venía como anillo al dedo, porque no había una jovencita que pudiera resistirse a sus encantos, porte de galán y destreza en el baile.

Sentado a la mesa con sus hijos abre el juego de dominó y sin colocarse espejuelos, examina las fichas…

-“Ya tengo ocho nietos y doce bisnietos que son mi orgullo. Al verlos me lleno de alegría, porque mi niñez fue difícil. Solo pude llegar hasta el cuarto grado y cuando llegaba el jueves y el viernes no asistía a la escuela, pues tenía una sola muda de ropa y para ese momento, ya estaba sucia. Recuerdo las distancias que recorría descalzo porque en casa no tenían dinero para comprarnos zapatos y si papá ganaba algo, era para comprar un poco de harina y engañar el estómago”-.

Suena los nudillos sobre la mesa -no llevo- pasa el turno al siguiente jugador, sin dejar de contemplar los puntos negros que se van alineando poco a poco hasta conformar un camino de rectángulos blancos donde, como la propia existencia, el desenlace es impredecible…

-“Desde el triunfo revolucionario todo cambió para mi familia. Es por eso que la admiración y el cariño que siento por Fidel no caben en esta casa. El 13 de noviembre de 1970 llegué a Pedro Betancourt. Tuve cuatro hijos varones que disfrutaron la posibilidad de estudiar. Hoy soy un anciano y recojo los frutos del amor que sembré en ellos, son lo más grande que tengo”-.

Levanta el brazo y pone una ficha más. El juego parece estar acabándose y, sin embargo, todavía le quedan varias piezas sobre la tablilla…

“Aquí nadie sabe cuánto va a vivir. ¿Quién me iba a decir a mí que llegaría al 2016, si nací en julio de 1916? No creo saber cuál es el secreto, considero que he sido un hombre común, trabajador. ¡Ah!, eso sí, jamás tomé ni me llevé un cigarro a la boca-.

Uno de los hijos levanta la mano y pone fin a las jugadas. Las fichas que permanecían de espalda al contrario caen sobre la mesa. Esta vez le tocó perder, pero Manuel no se irrita. Se dispone a “dar agua” al dominó y empezar otra vez, con esa sabiduría y estirpe de quien le ha ganado ya, cien partidas al tiempo.

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