lunes, 16 de mayo de 2016

Manos anónimas




 


Junto a su viejo carretón recorre las calles en medio de la madrugada, cuando los portales aún duermen. Las ruedas gastan su eco en las calles, mientras la escoba atraviesa alcantarillas, esquinas… soñando una senda libre de papeles estrujados por la inconciencia.
Se levantó temprano y colocó los informes en orden para impartir la conferencia. Montó en el auto y avanzó despacio por la calzada, con las luces encendidas. Era una madrugada de poco tráfico. Bajó la velocidad al doblar la esquina y por azar su mirada y la del barrendero se cruzaron. Con aire de supremacía contempló al hombre solitario que recogía en una pala las jabas amontonadas en una orilla de la acera.
En aquel momento se sintió protegido dentro de su auto, y consideró que era superior porque pronto estaría detrás de un confortable buró, lejos de carritos de basura, guantes, y madrugadas continuas recorriendo distancias escoba en mano.
En el contexto actual, donde el conocimiento y la informatización se expanden y cada vez son más quienes se inclinan por el trabajo intelectual, algunos subvaloran la relevancia de los oficios manuales, de los obreros vinculados directamente con la producción y los servicios, esos cuya labor late desde las entrañas del devenir social y mueven el engranaje del desarrollo.
¿Cuántas escuelas fortalecen el contacto directo con las fábricas, centros de producción, con esos obreros que realizan proezas cotidianas? Desde el pequeño agricultor que no teme a la tierra, porque constata con sus propios ojos el despertar de las semillas, hasta el carpintero que al engarzar trozos de madera le da vida útil a su obra, son dignas profesiones que entrañan sabiduría, porque como expresara el escritor Franz Kafka, el trabajo manual lleva al hombre hacia los hombres.
De no valorarse la impronta de estos empleos, se corre el riesgo de que la tradición laboral que distingue a familias de zapateros, albañiles, plomeros, mecánicos, llegue a su fin por la desmotivación de las nuevas generaciones, deslumbradas por la era de la automatización.
Cuba es una Isla privilegiada por su riqueza cultural. En los más diversos sitios uno encuentra testimonios impresionantes de hombres conocedores del central, que entre vasculadores, calderas, traducen en azúcar el idioma de la caña. Asimismo,  en una escogida de tabaco o en medio del atelier, resaltan figuras por el dominio de las técnicas y su sapiencia.
José Martí abogó por la unión de ambos sectores: los creadores intelectuales y los manuales a fin de que se interrelacionaran los oficios, sin menospreciar ninguna actividad.
En una nación donde la educación es un derecho defendido a capa y espada, la orientación vocacional tiene que abrir puertas hacia los talleres, hacia la práctica y lograr que los padres se sientan orgullosos cuando los jóvenes opten por técnicos medios o matriculen en alguna especialidad para formarse como obreros calificados. Solo así desaparecerán los estigmas que marcan dichas carreras como las últimas opciones, o la oferta que solo asumen los estudiantes con los promedios más bajos.
La cultura integral, la superación constante, no es solo una característica de los universitarios. Basta con sentir pasión por la labor que se realiza, para dominar todos los procesos y alcanzar niveles de formación superiores.
Amanece. Las calzadas se llenan de autos y los transeúntes avanzan de prisa. Entre la multitud algunos comentan que las calles están más limpias hoy. Entonces, a pesar de no saber su nombre y aunque el eco del carrito ya no se escuche, la ciudad parece esbozar una sonrisa de gratitud al barrendero que lustró sus esquinas y la despojó de papeles estrujados por la inconciencia.

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