lunes, 16 de mayo de 2016

¿Serán adivinas?



 




-        ¡Mamá, tú eres adivina!
Le digo justo después de llegar empapada a casa por no hacerle caso y dejar la sombrilla. Sí, porque Rubiera es solo un principiante comparado con las madres, que tienen un séptimo sentido para pronosticar los acontecimientos.
Cada una tiene un sello particular que la distingue dentro del hogar y llena de regocijo a sus descendientes. Al dialogar con varios hijos e hijas, algunos comentan que sus madres son el mejor antídoto contra la desesperación “Nada de clordiazepóxido, cuando estoy estresada basta con hablar con mami, y parece que todos los problemas se resuelven”.
Otros afirman conocer perfectamente cuando los van a requerir, pues en lugar de achicarle el nombre, mamá les dice hasta los apellidos: “¡Juana Margarita de la Rosa García, ven acá, urgente!”.
Claro y quien mejor que aquella que nos llevó en el vientre para apreciar nuestra belleza y aunque tengamos puesto el peor de los vestidos, o luzcamos despeinadas, nos recibe con un abrazo y la frase: “Ay, qué linda mi niñita, a ti todo te queda bien”.
Y cómo olvidar a las madres que exaltan las cualidades de sus hijos para que las muchachitas vean en él un buen partido: “Viste qué bueno es, es talentoso, tiene un trabajo excelente, sabe hablar inglés, hace ejercicios y hasta cocina…”
Aunque pasen los años, para ellas seguiremos siendo unos niños y no se cansan de mirar y mirar las fotografías de la infancia o el video de los quince.
Y quién mejor que una madre para asegurarse de que estemos bien alimentados, pues a pesar de que tengamos unas libritas de más, nadie puede resistirse a sus almuerzos especiales donde después de probar tres veces el postre, nos insiste: “Anda come otro poquito que te veo decaído”.
Ellas son las “mujeres orquesta”, capaces de no perder el ritmo mientras lavan, cocinan, limpian… todo a la vez.
Por eso, no resulta preciso esperar al segundo domingo de mayo para acercarnos y decirles en el oído que todo cuanto somos se lo debemos a su aliento, que cada cumpleaños es una fiesta si está presente su sonrisa y en los instantes difíciles solo la queremos a ella a nuestro lado.
Mientras me seco el cabello, mami se acerca y se sienta en la cama para contemplarme y decirme que me apure que si no terminaré con catarro.
Sonrío y pienso que soy la hija más dichosa del mundo por tenerla a mi lado. Entonces, tan solo pido que su vida se prolongue por mucho tiempo para tener sus besos y su pronóstico de cuándo debo abrir la sombrilla para refugiarme de la lluvia.

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