miércoles, 2 de noviembre de 2016

Rivas, motivos para soñar


Rivas, motivos para soñar

Cuentan que cuando el maestro llegó en 1966 a la finca La Paloma aún sin quitarse el polvo del camino preguntó dónde estaba la escuela, mientras los pobladores contemplaban desconfiados al muchachito de 18 años y mirada expresiva que parecía un alumno más. Ante la imposibilidad de regresar a casa, tuvo que hospedarse de lunes a viernes en el hogar de José y María, ubicado en la finca El Chamizo, perteneciente a Ceiba Mocha.

 

Muy pronto las dudas fueron sustituidas por la admiración hacia el joven que despertaba temprano y transitaba cuatro kilómetro hasta llegar al aula y recibir a los niños, para después dedicar las noches a instruir a los adultos de la zona. Así, se fue convirtiendo en un hijo más de aquellos predios, donde la bondad lo saludaba desde cada puerta, envuelta en el aroma del café matutino o en los rostros asombrados que permanecían en silencio, escuchándolo.

                          II

-¡Hoy si voy a aprender!, ¡llegó mi maestro!

Ante el saludo de la niña, Regino Rivas Díaz olvida el cansancio de recorrer siete kilómetros cada sábado y de los 68 años que se ciernen sobre sus pasos, para enseñarla a mirar más allá de sus limitaciones físicas. Sabe que incluso el destino es su cómplice, pues ideó su regreso al mismo batey de Ceiba Mocha donde hace cinco décadas atrás fue el muchacho inquieto que conquistó la gratitud campesina.
 

“Mi trayectoria ha estado llena de coincidencias. La noche en que llegué a Managua con el objetivo de iniciar la misión internacionalista nos alinearon en fila para indicarnos hacia qué departamento debíamos ir. Cuando llegó mi turno me ordenaron: “Rivas, usted va para Rivas”, entonces recordé que cuando era niño le había dicho a mi maestra de geografía que algún día visitaría ese lugar. Inmediatamente corrí a escribirle una carta donde le comuniqué: “Profesora, estoy en Rivas, como dije en mi pupitre una vez”.

Y es que la existencia de Regino ha sido un desafío constante al desaliento, al egoísmo de dar la espalda al mundo exterior que espera porque alguien le siembre nuevas ilusiones.

“Alrededor de 33 años marcan mi camino como Director y subdirector de centros docentes. La primera experiencia fue en el internado Julio Antonio Mella. Después, al volver de Nicaragua me situaron al frente de la escuela primaria Mártires de la Cumbre, donde se realizó un trabajo inolvidable con la comunidad. Sin embargo, mi vocación se fortaleció verdaderamente al asumir durante 21 años la dirección de la Escuela de Formación Integral Antonio Guiteras. Nos veían como su familia, realizábamos actividades prácticas de talleres y oficios, y poco a poco se evidenciaban las transformaciones en los alumnos”.

 Posteriormente, fungió como metodólogo en la dirección municipal de educación de Matanzas y una vez más, ante el llamado del territorio, asumió el reto de ser profesor en la Escuela de Conducta Conrado Benítez donde permanece actualmente.

Al indagar sobre la obra de Rivas, tal vez muchos mencionen las medallas de la Alfabetización, Jesús Menéndez, Hazaña Laboral, Misión Internacionalista, 28 de septiembre, 40 Aniversario de las FAR, o quizás la Distinción cubana al educador y los sellos Ernesto Guevara, Frank País. Mientras otros resaltarán la Medalla conmemorativa de la ciudad de Matanzas, la Orden Lázaro Peña y los diplomas otorgados por participar en movilizaciones, zafras, recogida de café, donaciones de sangre… No obstante, confiesa que el reconocimiento más valioso es la expresión de sus estudiantes.


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“El año pasado durante la jornada por el día del educador en la escuela de conducta, el estudiante Yuniesky Cárdenas comenzó a leer un poema en medio de la plaza: “Maestro quiero decir/con estas pocas palabras/que con amor usted labra/un camino para mí”… al terminar comprendí que había sido escrito en mi honor. Los presentes comenzaron a aplaudir y nadie pudo evitar las lágrimas”
“Tengo el privilegio de que mis dos primeras maestras Carmen y Soraida estén vivas. Ellas son mi inspiración a seguir superándome. Me gradué como maestro primario, maestro defectólogo, Licenciado en Defectología en la especialidad de Trastornos de la Conducta y en el 2007 obtuve la Maestría en Ciencias de la Educación Superior. Aún aspiro a cursar el doctorado, a pesar de que muchos consideran que es una locura a mi edad.

“Me preguntan qué voy a hacer en el futuro, pero siempre respondo que no me preocupo por el porvenir, que solo pienso en lo que estoy haciendo en el presente. Siento profunda tristeza cuando me avisan de la muerte de algunos de mis alumnos. Siempre he considerado que el magisterio es como cuidar de un jardín donde las flores se abren poco a poco y con el tiempo van desapareciendo. Eso sí, lo esencial en esta tarea es luchar contra la pobreza de ánimo, porque no hay cambios sin sueños, ni sueños sin esperanzas”.


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