miércoles, 9 de noviembre de 2016

Travesuras del idioma

Travesuras del idioma

Dice una amiga que ante los problemas “hay que poner la yagua antes de que caiga la gotera” y me sorprende esta versión del refrán que siempre he conocido como: “hay que poner el parche antes de que se abra el hueco”.

Y es que el idioma español se enriquece en cada región con expresiones creadas por los pueblos, e incluso un mismo vocablo adquiere significados diferentes en un mismo continente o país.

No deja de sorprendernos cómo en Puerto Rico, República Dominicana y Cuba, los autobuses se denominan guaguas, mientras que Paraguay y México lo llaman micro, bus en Costa Rica y Guatemala, colectivo en Ecuador y buseta en Colombia. Ello sin obviar que en algunas regiones de Centroamérica el término guagua se emplea para designar a los niños.
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Indagando en Internet descubrí que el tamarindo, sustantivo que los cubanos relacionamos con una fruta, en El Salvador es sinónimo de ladrón. Y ni hablar del “machete”, pues quién le dice a un campesino cubano que esta palabra por la cual conoce a su instrumento de trabajo, en Argentina se asocia con un papel o algún tipo de documento donde se esconden las respuestas de un examen; en Chile, es la acción de pedir dinero sin realmente necesitarlo; mientras que en República Dominicana se refiere a una persona que tiene mal olor debajo de las axilas.

Existen también muchas formas de llamar a un amigo: pana (Venezuela), Cuate (México), compinche (Argentina)…
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Hace poco una colega me contaba que al conversar con una joven chilena, descubrió numerosos significados de palabras que usamos con frecuencia. Por ejemplo, mientras nosotros relacionamos el término pavo con un tipo de ave, en Chile caracteriza a alguien entretenido, tonto.

¡Y qué decir del abdomen!, lo que identificamos como barriga es para ellos “la guata”. ¿Se imaginan por un instante utilizando este término?. Sería algo más o menos así: “Sírveme algo de comer que tengo la guata vacía”, “Oye, el vecino del segundo piso tiene tremenda guata” o “A juzgar por el tamaño de la guata, el bebé será grande como su padre”.

Por otra parte, para los chilenos el inicio de una relación de noviazgo donde la pareja comienza a dialogar, a conocerse, se reconoce como pululeo. Lo cual trasladado al contexto cubano quedaría de esta forma: “te enteraste, Pepito y Juana están pululeando, deja que la familia se entere”.

Interminables serían las muestras y no solo asociadas a culturas foráneas, pues en las diferentes regiones cubanas pluma puede ser un bolígrafo, o la llave de paso de una tubería. Asimismo guineo y plátano nombran a una misma fruta, balde y cubo a un envase y puerco y macho a los cerditos que posibilitan elaborar los más deliciosos platos típicos de nuestra cocina tradicional.

Y en cuanto a las frases populares cuyo significado solo conocen los nacidos en esta Isla, la lista sería interminable: “terminó como la fiesta del guatao” (acabó mal), “vive como Carmelina” (vive bien) o “se formó tremendo arroz con mango” (tremenda confusión).

La multiculturalidad también abarca el lenguaje y esos matices conforman la herencia identitaria de las naciones. Sin lacerar el idioma ni ceder espacio a la vulgaridad, vale la pena dirigir una mirada hacia estas palabras que denotan diversidad y más de una vez se han convertido en un motivo para sonreír.

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