lunes, 2 de febrero de 2015

El padre del más universal de los cubanos



España fue su tierra natal, pero Cuba sería el escenario para que conociera de cerca el amor a la Patria que sintió su descendencia. Mariano de los Santos Martí Navarro fue un hombre sencillo, con un alma llena de grandezas.

Junto a su esposa Leonor Pérez Cabrera, llenó el hogar con las sonrisas de niñas traviesas y allí, en medio de lazos y vestidos, nació su único hijo varón: José Julián Martí Pérez.
¿Cómo iba a imaginar Don Mariano, sargento de artillería, celador de barrio, capitán de partido y reconocedor de buques, que el pequeño Martí había surgido con el impulso febril de la justicia y la libertad en su interior?.
El tiempo transcurrió de prisa y aquel muchacho que recorría los predios del Hanábana, sobre su corcel “trotón”, era el joven que ahora lo miraba fijamente con los tobillos ensangrentados por los grilletes del presidio. Su amor de padre se transformó en expresión incontenible de lágrimas, abrazó a Martí y comprendió entonces que su destino estaba trazado en los caminos de la lucha por la independencia.
Desde ese momento, renunció a su cargo de celador del barrio Cruz Verde, en Guanabacoa y emprendió el reto de hacer gestiones a favor de su hijo por el cual daría todo.
El dos de febrero de 1887, fallecía en La Habana, tal vez desapercibido para muchos. Sin embargo, su vida íntegra, su rectitud y nobleza, se quedaron grabados en la historia de Cuba, donde el legado de José Martí, lo enaltece como el padre del más universal de los cubanos.

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