jueves, 23 de abril de 2015

Abrazo de caña



El corte no se detiene y el pelotón de la CPA Manuel Ascunce se anima al contemplar las bocanadas de humo que exhala el central René Fraga Moreno.

Francisco Oliva Hernández se aproxima hacia el timón de la KTP-2, no sin antes indicarle a Lázaro Hernández Rodríguez que encienda los motores del camión para iniciar la jornada.

De repente, temblores de acero recorren la tierra y un presagio de alas blancas vibra para consagrar el instante sublime en que la caña se eleva hacia el cielo.



Avanzan por el terreno irregular que en ocasiones torna los movimientos difíciles. -¡Más despacio!, ¡No te adelantes!, por medio de señas se comunican hasta lograr esa dualidad cómplice de largas horas productivas.

“En un día arrancamos hasta más de 200 toneladas. Comencé con 20 años y ya tengo tres décadas de experiencia, a veces se ha roto la máquina en medio del fango, pero entre todos la arreglamos. En esta zafra el René Fraga está como nunca y por eso, aunque el cansancio ya se nota, nada nos quita el empeño de cortar la mayor cantidad posible”, me dice Francisco.

Lázaro sonríe y confiesa que avanzar sincronizados es complejo, pero las horas de faena otorgan maestría y desenvolvimiento. “Los operadores nos dan las indicaciones. Algunos son muy exigentes, no podemos desperdiciar la materia prima”.

Es mediodía y el calor se vuelve intenso. Ambos regresan a la faena. Avanzan al mismo compás, desandando los surcos, tal vez sin percatarse de que a cada minuto la KTP-2 levanta más su brazo para estrechar al camión en un abrazo de caña.

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