miércoles, 1 de junio de 2016

Que canten los niños



La llegada de un niño al hogar es siempre sinónimo de regocijo. Cuando su llanto se escucha en la casa es presagio de las más dulces noches de insomnio donde padres, abuelos, tíos y hasta vecinos inventan mil estrategias para que el bebé ceda a los caprichos del sueño.

 Y es que la vida de un niño tiene la magia de estrechar los lazos familiares. Así, todos se unen en la misión de cuidar al bebé. ¿Cuántas veces inician las disputas por sostenerlo en los brazos, mientras el vencedor casi siempre se lleva un húmedo recuerdo sobre la ropa?.

Es un privilegio verlos crecer, alimentarlos y comprobar su gusto por las combinaciones más raras como frijoles con mermelada y la técnica del “avioncito”, para que pruebe una cucharada más.

Así poco a poco llegarán las primeras palabras ante la expectativa de qué pronunciarán primero: ¿mamá o papá?. Mientras, abuelo los enseñará  a dar los primeros pasos y más adelante a montar bicicleta por todo el barrio.

Con el tiempo, irán conformando su personalidad con gestos de aquí, costumbres de allá… descubrirán los colores,  y querrán saberlo todo cuando comience la etapa de los ¿por qué?.

Ninguna medicina contra la zozobra es mejor que el abrazo de los niños, que sus besos tibios en la mejilla y verlos abrir los brazos como queriendo medir el tamaño del cariño que sienten. ¡Cuánta emoción se esconde en sus miradas al iniciar la escuela y escribir sus nombre con una crayola en todas partes!. Nadie como ellos para deshilachar las mentiras y armar un mundo imaginario donde existen bodegas, superhéroes, casitas…, mientras juegan a ser grandes.

En su inocencia, en su rostro iluminado cuando el amor verdadero los rodea, en la imaginación sin límites que retoza entre sus manos y sus pensamientos, está la esencia de la humanidad. Un futuro que comienza a desdoblarse y que es preciso resguardar de las tormentas para que crezca limpio, feliz de existir.

 

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