jueves, 11 de junio de 2015

Jesús Orta Ruiz, genuino exponente del periodismo en verso


 















Cierro los ojos para palpar las teclas de una vieja máquina de escribir, ansiosa por asir las imágenes del mundo paralelo que existe en el interior del autor, ese sitio donde se disipan ruidos externos para ceder espacios a un diálogo con el espíritu. Es allí donde siento tus palabras abalanzándose sobre mi voz, con el impulso ardiente de seguir cantando a la vida, a Cuba.
Entonces, recuerdo la primera vez que leí uno de tus poemas Viajera peninsular/como te has aplatanado… y la melodía de la décima se me adentró en las venas como un torrente de expresión incontenible. Transcurrieron los años y entre los archivos del periódico Hoy, desgastados por roces de ávidas pupilas, encontré tu vocación para contar la historia a través del verso, raíz de música en tu garganta.
En una suerte de desvarío te imaginaba tarareando rimas, sumido en la urdimbre de crear un poema para cada día, de renacer en él. Ahora, he descubierto que puedo convertirme en una página para que vuelvas a narrar el ritmo del tiempo y traces sobre mis líneas: la medida de un suspiro.

 

Jesús Orta Ruiz se transformó en genuina vertiente para lo culto y lo popular. Poeta por excelencia y periodista de vocación, supo bregar entre estos dos mares asido al velero de la comunicación, de la transmisión de sentimientos. Y allí, en medio del desvelo por matizar la crónica de su existencia, se encuentran los poemas que componen la sección Al Son de la Historia (1960-1965).
Inmerso en la vorágine de los primeros años posteriores al triunfo de la Revolución, el Indio Naborí responde a una tarea del Partido Socialista Popular (PSP) consistente en crear un espacio en el interior de las páginas del periódico Hoy, donde las coberturas periodísticas no se circunscribieran a la prosa, sino que adoptaran el matiz cadencioso del verso.
En su talento expresivo renacía el arte de los juglares que, desde la Edad Media, iban de ciudad en ciudad cantando los sucesos más importantes de la época. Tal vez para otros realizar poesía de encargo, hubiese significado atar la inspiración a las férreas cadenas de la rutina. Sin embargo, para Naborí era vibrar al ritmo del pueblo y cumplir el anhelo de cantarle a la Patria, uno de sus más grandes amores.
Poco a poco estas composiciones rimadas se transformaron en alimento espiritual para la sociedad cubana que esperaba con ansiedad cada versificación, las aprendía y las recitaba con vehemencia.
Con relación a esta “selva de versos”, el propio Naborí señaló que “no todo es salvable, pero hay algo en ella que se resiste a morir y ha seguido pasando activa, de generación en generación” (Orta, 2012, 102).
Los temas abordados por Orta Ruiz son disímiles, pero la expresividad prevalece en cada entrega, mostrando un exquisito dominio de la métrica, una identificación plena del poeta con el contexto de su época y un trasfondo revolucionario sincero.


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