martes, 9 de junio de 2015

Una vida entre buques y puertos

        

 

El barco se aproxima cada vez más a la bahía. Después de establecer comunicación con la embarcación, arrancan los motores de la lancha LP-10, seguida por los remolcadores. Las marejadas constantes vaticinan que no será una jornada fácil. Se ajusta el chaleco salvavidas y espera que la lancha se encuentre en el “pico de la ola”, instante propicio para asirse a las sogas y maderos de la escala. Si no calcula bien sus movimientos, puede caer al agua y ser succionado por los motores.

Sostiene la respiración y… ¡salta! Sube con agilidad los 12 metros de altura hasta sentir la voz del oficial que comunica a la tripulación: ¡Práctico en el puente!... Entonces, comienza la misión de guiar al capitán para que el buque llegue hacia el muelle con éxito.

SUBIENDO LA ESCALA

Desconocida por muchos, pero imprescindible para todas las maniobras marítimas de arribo o salida de los barcos, el practicaje constituye una profesión de rigor.

“Nuestro trabajo principal es llevar la embarcación segura y a flote hasta la posición designada: fondeadero, muelle o atracadero. Consignataria Mambisa, nuestro único cliente, es quien solicita el servicio. Atendemos los puertos de Matanzas y los subpuertos de Cárdenas e Isabela. En total somos siete prácticos.”

La provincia resulta clave en el trasiego de azúcar, fertilizantes y otras cargas menores, y además la mayor parte del combustible en Cuba se mueve por nuestras aguas. Actualmente recibimos al buque más grande que transita por el país: el Ocean Elegance de 120 mil toneladas de desplazamiento”, comenta Román Rufino Hernández Santana, Práctico mayor de la Estación de prácticos de Matanzas, perteneciente a la UEB Prácticos Centro Norte.

Hernández Santana comenta que no resulta sencillo obtener el título. Es preciso tener la categoría de oficial de puente o capitán de la marina mercante; después, presentarse a exámenes de oposición en disímiles asignaturas como inglés, geografía marítima, pilotaje en el puerto, uso de remolcadores... Finalmente, quienes aprueban, se enfrentan a un periodo de 45 días de práctica donde demuestran sus habilidades.

“Es un oficio que se te mete en la piel y uno se siente arraigado. Durante la conferencia entre el práctico y el capitán se intercambian informaciones claves como las características del lugar donde va a ir a atracar, el calado y la eslora del buque. Por lo tanto, el dominio de los contenidos debe ser amplio”, agrega Hernández Santana.

SEGURIDAD, PALABRA DE ORDEN

“En mi juventud soñaba con ser piloto de aviación y un día estando en la academia tecnológica del ejército rebelde, llegaron unos oficiales de la marina de guerra y explicaron lo que era ser práctico; muy pocos dieron el paso al frente, por eso, comenzaron a seleccionar de forma directa los candidatos y entre el grupo elegido estuve yo. Fue cuestión de suerte, ¡y qué suerte tuve!...”.

 Así evoca sus inicios Jesús Magaña López, quien se convirtió en práctico de puerto desde 1973 y hoy, a los 71 años, se mantiene activo. “La primera experiencia que tuve al subir la escala fue terrible, estaba muy nervioso, se trataba de un buque tanque de 70 mil toneladas de desplazamiento. Desde entonces han sido innumerables las vivencias que he tenido”, expone.

Por su parte, José Giralt Duquesne, patrón de la lancha encargada de trasladar al práctico, califica de esencial el sincronismo que se establece entre ambos: “La efectividad de las acciones depende del trabajo en equipo”, señala.

Una vez concluida la operación, el práctico desciende del barco aún en movimiento, feliz de haber dominado al gigante de metal que atraca en el puerto, mientras un sentimiento de regocijo se expande por toda la lancha que retorna al silencio del muelle, en espera de próximas misiones.

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