martes, 14 de julio de 2015

En boca cerrada…




No se sentía bien en su centro laboral. El exceso de trabajo, la necesidad de asumir responsabilidades extras la agobiaban.
-¿Qué te sucede? te noto triste, anda dime, te aseguro que no voy a comentar este asunto con nadie.- le susurró una colega al verla cabizbaja.
Su mejor amiga estaba de certificado y era la primera vez desde hace algún tiempo que recibía una “muestra de apoyo”. Sin pensarlo dos veces explicó sus sentimientos, se sentía aliviada de compartir la carga con alguien.
A la mañana siguiente, al llegar al trabajo notó un clima distinto. Muchos de los que la saludaban con frecuencia apenas levantaban el rostro para observarla y en su departamento no se respiraba la misma armonía. Así transcurrió la semana hasta que el conflicto llegó al límite cuando fue citada a la oficina del director.
En efecto, aquella persona en la que había confiado además de revelar sus palabras por doquier, añadió a la historia matices completamente diversos. Tal situación no solo colocó en riesgo su puesto, sino que laceró las relaciones cordiales que mantenía con sus compañeros.
Y es que cuando se desata en medio de la sociedad la influencia negativa de las murmuraciones se rompen lazos de amistad, la ira reina y la confianza se degrada.
“El chisme”, como se le conoce en el argot popular comienza siendo apenas una pequeña sombra que se fuga de los labios, pero al pasar de boca en boca, es capaz de sumergir en la oscuridad a quienes no pueden contenerse y se integran a la cadena.
Los murmuradores pueden clasificarse en diversos grupos: aquellos que se suman al cotilleo por diversión; los que revelan información de manera puntual para beneficiarse y dañar a los demás; el que acumula secretos ajenos para después ofrecerlos a quien mejor precio proponga…
¡Cuántos planes fraguados durante conflictos bélicos fracasaron producto a que uno de los sujetos implicados dice sin querer algún dato!, posteriormente, no hay remedio. Es simple encender la llama pero muchas veces imposible detener que se esparza y estalle.
Casi siempre el inicio de los chismes se basa en la siguiente frase: “A mí no me creas, pero te voy a contar algo sobre él, ah eso sí, tienes que prometerme que no lo vas a comentar”. ¿Cómo exigir una promesa que ni siquiera usted mismo ha podido cumplir?
Basta toda una vida para construir una reputación y solo un instante para que una calumnia la destruya. No obstante, tiene tanta culpa el que se suma a la murmuración como el que permanece inerte escuchando y no es capaz de frenar la insensatez de su interlocutor.
Por otra parte, se encuentra la prensa sensacionalista donde los paparazzis se encargan de publicar toda una serie de banalidades sobre figuras relevantes y las persiguen violando incluso su privacidad.
En casos extremos, murmurar puede convertirse en una tendencia enfermiza que lleva a los seres humanos a dejar de lado su existencia para estar pendiente de cada movimiento que realizan quienes los rodean. Por eso, permanecen con ojos y oídos atentos tras las puertas y ventanas, observando a qué hora llegó el vecino, qué ropa nueva se compró el muchacho de la esquina, cuántos novios ha tenido la joven que vive en el parque y hasta dominan el color y la marca de los autos que parquean frente a las empresas.
Hasta frases que han pasado de generación en generación aluden al hecho de callar antes de divulgar cualquier asunto que perjudique:“Si tu sopa está caliente, no metas la lengua en la de los demás”, “Una necedad repetida por treinta y seis millones de bocas no deja de ser necedad”, “Uno es dueño de lo que calla y esclavo de lo que habla”, entre otras.
No existe nada más gratificante que saberse merecedor de confianza, sembrador de paz. Quienes saben guardar un secreto ya sea de amigos o enemigos, vivirán aliviados siempre y serán dinos de admiración. La vida de cada ser es un espacio único, no malgastes los segundos inmiscuyéndote en los pasos de alguien, sino trata de que los tuyos sean auténticos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Amor multiplicado en la distancia

Cuando le preguntan por mamá y papá, el pequeño Hamlet contesta que “están trabajando lejos”, que montaron un avión e “hicieron ñiiiii...” ...