miércoles, 29 de julio de 2015

Entre nubes



¿Quién no se ha detenido a mirar el cielo alguna vez? Olvidar esa experiencia resulta imposible, sobre todo si viviste esos instantes cuando eras niño.
Por eso, te pido que detengas un momento tus pasos y si puedes observa el firmamento.  Sé que tal vez no puedas hacerlo con tus pupilas, pero sí a través de la imaginación. Ahora ante tu rostro se revela  la inmensidad y en ella la silueta de las nubes juega con tu imaginación, se mezcla, asume formas, desaparece…
Dicen que las nubes guardan fragmentos de sueños y cuando dejan escapar gotas de lluvia hacia la tierra, despiertan las flores, los frutos de los árboles y reverdecen también las almas.
Las nubes se parecen un poco a los hombres, a veces suaves, puros en el impredecible camino de la vida; y otras veces oscuros, cargados de truenos, capaces de herir a quien se interponga en su trayecto. Cuando era pequeña, creía que las nubes corrían todo el tiempo, -¡pobrecitas, no se cansarán!, decía a abuela que me regalaba una sonrisa mientras me explicaba que no se cansan porque su misión es observar el mundo para descubrir nuevos rostros de niños que quieran jugar con ellas.
Por eso, al menos una vez  a la semana, no importa el sitio donde estés, dirige una mirada hacia las nubes y verás que allí, en medio de la rutina diaria, un susurro esperanzador te dirá que no resulta imposible tocar el cielo.


 



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